La Oficina de Turismo de la terminal estaba cerrada. El plan era recorrer la ciudad y por la noche subirse nuevamente a un micro con destino a Las Lomitas, una estrategia para ahorrar una noche de alojamiento. Sería una experiencia agotadora, pero beneficiosa para el bolsillo. No había información oficial sobre los lugares a recorrer y tampoco una guía adecuada, apenas un rústico plano obtenido de internet.
Sobre la avenida algunos bares y restaurantes se postulaban como una buena alternativa para amenizar la espera hasta la salida del micro. Después, a caminar las diez cuadras que había entre el Centro y la terminal.
La estación del tren permanece abandonada a su suerte desde hace algún tiempo. Las vías cubiertas de yuyos. El principal medio de transporte en la ciudad es ahora el ciclomotor. Abunda como una plaga. Motos pequeñas que llevan a varios pasajeros apiñados casi siempre sin casco protector.
Viviendas bajas, simples. Un andar tranquilo parece no alterarse en el corazón de Las Lomitas, poblado por algunos locales comerciales, un bar, un restaurante, algunos hospedajes, y no mucho más. En ese panorama sorprende encontrar un casino que no es otra cosa que un local con máquinas tragamonedas...el vicio es el vicio.
Fueron unos 50 kilómetros recorridos en auto sobre la ruta provincial 28 desde Las Lomitas hasta el vertedero. En ese trayecto, el guía explicó que si bien existen intenciones de potenciar turísticamente al lugar, falta mucho por hacer, y sobre todo dependen mucho de los ciclos de la naturaleza para asegurar la afluencia turística, algo por el momento imprevisible.
El Bañado La Estrella ocupa una superficie de 400 mil hectáreas que quedó bajo agua a partir de los desbordes del Río Pilcomayo. Anteriormente la zona estaba poblada por bosques de especies autóctonas como el quebracho colorado y el quebracho blanco, el palo santo y el algarrobo. Al quedar bajo agua, los árboles, que como diría Alejandro Casona, mueren de pie, ofrecen sus ramas desnudas como apoyo a las aves que puebla el lugar.
Los meses de julio a septiembre suelen ser los ideales para el avistaje de avifauna. Garzas, cigüeñas, jacanas, loros, cotorras, cardenales, benteveos, chajás, y tantos otros ejemplares pueblan el lugar. El jabirú es la especie emblema. Se trata de un ave picuda de color blanco, cuello negro y un detalle rojo intenso. Los repollitos de agua y otras plantas flotantes sirven como una alfombra que ayuda a jugar a las escondidas a los yacarés, vizcachas y carpinchos. La fauna se completa con peces como el sábalo y las pirañas y reptiles entre las que se encuentran diversas serpientes y boas, especie sobre la que existen proyectos para su cría. El estancamiento de las aguas genera un marco para la diversidad biológica que asombra. El paisaje es bello. Las palmeras caranday y "champales" destacan entre la vegetación del bañado. Sin embargo, esas tierras inundadas, antiguamente eran utilizadas para las pasturas y favorecían el desarrollo de actividades agrícolas y ganaderas. Cuando el agua se retira, las aguas del Río Salado dejan su huella favoreciendo la desertificación de los suelos. El guía cuenta que aunque este año hay abundante agua, en los últimos dos años el caudal era mínimo.
Los vaivenes de la naturaleza atentan contra el desarrollo turístico. El guía habla de la necesidad de incorporar a la población local en la planificación turística y menciona que las comunidades originarias podrían tener un rol importante conservando sus tradiciones para mostrárselas a los turistas. En la zona habitan los Pilagá y los Wichi, y son los primeros quienes ya confeccionan sus artesanías con hojas de caranday para ofrecérselas a los turistas.
Otra variante para acceder al Bañado La Estrella es el Fortín La Soledad, distante a unos 80 kilómetros, desde Las Lomitas. La ruta de acceso está sin asfaltar, y en épocas de muchas lluvias es intransitable. Sin embargo, con cauce normal, se puede realizar desde allí el "cachiveo", que consiste en un paseo en una especie de piragua artesanal utilizada para recorrer la zona.
El vertedero es el punto al que con más frecuencia asisten los pescadores. Entre ellos, dos jóvenes de la comunidad Pilagá mostraron su producción del día. Llevaban una bolsa llena de sábalos y bogas. La familia numerosa, ese día iba a estar agradecida. Luego, nos cruzamos con un hombre que hasta el momento sólo había conseguido obtener pirañas. Un tanto resignado, esperaba tener mejor suerte por la noche.
El Bañado La Estrella había sido el principal motivo del viaje. El recorrido en auto llevó a conocer algunos puntos de observación sobre la ruta hasta el vertedero, desde donde una caminata permitió observar mejor el paisaje. El broche de oro fue un atardecer increíble y un anochecer mágico. Los sentidos se agudizan frente al silencio, interrumpido apenas por el sonido de los pájaros y algún que otro vehículo que ocasionalmente pasa por el lugar. Una ceremonia que conecta con el entorno, que conmueve y que lleva a disfrutar de un instante único donde las tonalidades anaranjadas lo cubren todo. Mientras el sol se esconde, las sombras ganan predominio bajo un cielo que es un muestrario de colores que abarcan desde la gama del violáceo al rosado hasta finalmente cubrirlo todo de azul profundo. Las primeras luces de la noche son el corolario de una jornada que finalmente responde a la pregunta, qué fui a hacer a Formosa.
Muy lindo relato, gracias por compartir tus experiencias :)
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