domingo, 28 de mayo de 2017

[‪#DIARIODEVIAJE] Parque Nacional Tierra del Fuego

Enigmático, el Fin del Mundo, es una cajita de sorpresas. Vas a su encuentro, y descubrís que así como el mago logra sacar conejos de la galera, el territorio más austral del globo saca de su geografía un lugar más lindo que otro para colmarte de asombro.
Como en todos los rincones patagónicos, el clima juega un papel fundamental en la experiencia. Y como si se tratara de un juego en el que la suerte es loca, lo que te toca, te toca.
Tenía mucha ilusión de conocer el Parque Nacional Tierra del Fuego. Había averiguado que la forma de llegar era, otra vez, a través de las combis que prestan el servicio regular o los taxis. O, hacer dedo. Esa opción era tentadora, pero había comprado el ticket para el paseo en el Tren del Fin del Mundo, y eso me limitaba en el horario disponible para esperar a que algún alma generosa se apiadara de mí y me llevara hasta la estación. Así que con la idea de hacer dedo a la vuelta, contraté una combi. 
Fue difícil lograr que la combi me vendiera sólo el pasaje de ida. En general venden el de ida y vuelta. Pero le dije que necesitaba que me llevaran hasta la estación del tren, y que probablemente me fueran a buscar y que por ese motivo no necesitaba que me vendieran el pasaje de la vuelta. Accedieron. 
El Tren del Fin del Mundo es tan enigmático como el territorio que lo contiene. Tiene un nombre rimbombante, y una historia increíble. Sin embargo, ese pasado que parecía ser el destino maldito de los reos, es en la actualidad uno de los más buscados por los turistas.
Consulté algunas opiniones, y como siempre encontré puntos de vista diversos. Por un lado, algunos que estaban fascinados por el paseo en tren, otros que decían que era un atractivo más y otros que mencionaban sólo un recurso turístico muy comercial. Estaba con la duda. Sabía que probablemente el marketing turístico había puesto su magia al servicio de un producto comercial, pero también que había una historia. Así que si bien me cuestioné si pagar o no por el paseo, lo contraté. Esto me obligó a tener que tomar una combi temprano. Llegué con el tiempo justo. A los pocos minutos se escuchó la señal de partida del tren y con todos a bordo, empezó a desplazarse lentamente. 
Los vagones acondicionados distan mucho de ser los que alguna vez utilizaron los prisioneros. Cabinas confortables y calefaccionadas se desplazan sobre los rieles transportando a los pasajeros por paisajes que se ven mágicos a través de las ventanillas, pero que seguramente fueron un enorme castigo para los presos. El relato de la historia del lugar, y del tren se deja escuchar a través de un sistema de audio que nos habla en español e inglés.La primera parada es La Macarena. Allí el tren se detiene unos minutos, en ese tiempo se recorren unos pocos metros hasta una caída de agua que es motivo de fotografías. Después se continúa hasta el recorrido final. Quienes desean, pueden retornar en el mismo tren hasta el punto de partida. Pero mi intención era aprovechar el día en el Parque, así que sólo hice el trayecto de ida.
El paseo estuvo bien. El tren circula despacio y el paisaje que se atraviesa es bonito. Sí, podía evitarse, no era necesario. La experiencia está bien pero es un viaje corto que quizá económicamente suma bastante al costo de la estadía en Ushuaia. Sin embargo, está bien para conocerlo, para salirse de la duda, y también para conocer parte de la historia dejándose transportar al mismo tiempo que por los rieles, por la imaginación, de solo pensar cómo era hacer ese recorrido antes, y en otras condiciones.
Desde la estación del tren, hay que caminar algunos metros para llegar hasta la bahía Ensenada Zaratiegui, que se encuentra al margen del canal de Beagle. Desde allí, se puede tomar el camino costero, una caminata que bordea la orilla y que lleva a recorrer hermosos paisajes, tanto por el mar como por el bosque.
El clima se había puesto inestable. Hacía frío, soplaba un viento que poco a poco te iba anestesiando y un cielo cubierto de nubes que parecía en cualquier momento ponerse a llorar.
Con ese frío tan estremecedor como la belleza del paisaje, empecé a andar los 8 kilómetros del camino costero. El sendero bordea la orilla. Por momentos se interna en el bosque, de pronto te deposita nuevamente ante el borde del Beagle. Luego, otra vez a andar. A veces en subida, otras en bajada. Y entre los árboles, el sonido de las aves que van de una rama en otra para luego alejarse sin que pueda descubrirlas.
Entre el follaje, el sol comienza a mostrarse tibiamente. Lentamente, las nubes se disipan. Para cuando se logra atravesar todo el camino costero, ya hace calor. Una hermosa experiencia que durante tres horas y media de caminata permite vivir la intensidad del paisaje. Hacia el final del sendero, se puede continuar hacia la confitería donde también hay un museo, y está el Lago Roca, desde ahí, quedarán unos cuatro kilómetros para llegar a la Bahía de Lapataia. Antes, se podrán recorrer algunos senderos que llevarán a investigar un poco más acerca de las características geográficas y naturales del lugar, tales como el Sendero de la Isla, Laguna Verde, el mirador de Lapataia y las turberas.
Luego de la rigurosa foto que señala la finalización de la Ruta Nacional 3, esperan las pasarelas que ofrecen un escenario ideal para admirar el azul de las aguas, el celeste del cielo, el verde de la vegetación y el silencioso vaivén de las aguas.
Al caer la tarde, es el momento del regreso. No había muchos vehículos particulares que tuvieran voluntad de detenerse. Fue una combi de transporte regular la que se ofreció a hacer una reducción en la tarifa para realizar los 12 kilómetros de distancia que separan al Parque de la ciudad.
Un día en el Parque no da margen para mucho más. Sin embargo, hay otros senderos como el Guanaco, que son interesantes para transitar si se dispone de más días para visitar ese territorio austral.
El Parque Nacional Tierra del Fuego es uno de los espacios naturales más lindos y más visitados de Tierra del Fuego. Es una de las excursiones obligadas para cualquier visitante que llegue en búsqueda de sus bellezas paisajísticas. Los bosques, los espejos de agua, las castoreras, todo conforma un contexto increíblemente hermoso e imperdible.
Después de un día espléndido, una no puede menos que sentirse bendecida de tener la posibilidad de, aunque sea por un breve lapso de tiempo, sentirse parte de ese entorno naturalmente fresco, lleno de vida y de deslumbrante belleza. La vista no se cansa de observar, y el corazón estalla de alegría. El Fin del Mundo es finalmente el comienzo de un deseo de aventura y vida que excede las geografías. Sentirse bendecido. Sentirse agradecido y definitivamente exclamar que vale la pena estar vivo!