domingo, 19 de julio de 2015

[‪#‎LIBRE‬] Cuando los viajes no salen como los planificás

Los viajes siempre empiezan con una idea. Después van tomando forma y a medida que se acumula información, se incrementan las expectativas. La planificación es una parte importante del viaje, sobre todo cuando no queremos dejar nada librado al azar para que la experiencia resulte tal y como la soñamos.
Hay personas que prefieren la improvisación, pero como mínimo siempre hay algo de planificación. Los horarios de partida, llegada, qué se va a llevar, entre otras cosas. Particularmente me gusta planificar todo, dejándome cierto margen para lo inesperado. Es necesario por si hay que replanificar algo.
La planificación en sí misma es importante, no sólo por la organización del viaje, si no porque de alguna manera el viaje se inicia antes. Cada información recibida, cada punto que queremos visitar se empieza a desarrollar ya en nuestra imaginación. Las postales ya están en nuestra retina como si nos encontráramos en el lugar, y esa fantasía renueva las ganas, las energías, y suma expectativas.
Cada viaje reúne un cúmulo de emociones y sensaciones. Es un proyecto, es un deseo, son ganas, es conocimiento, descubrimiento, interacción. Sorpresa, curiosidad, sensibilidad, esperanzas. Y mucho más, incluso lo inesperado.
No siempre los viajes salen de acuerdo con lo planificado. A veces superan las expectativas positivamente, y en ocasiones, todo lo contrario. Cuando el resultado es favorable, seguramente la experiencia será más que feliz. ¿Pero cuando no es así?
Este año hubo dos viajes que planifiqué con dedicación y que no salieron según la idea original. Así es como planeaba pasar unos días en Uruguay, más precisamente en Montevideo, una ciudad a la que no iba hacía tantos años que ya no recordaba cuántos. La capital uruguaya es un lugar que me conecta con la melancolía, la nostalgia, que me hace sentir como en Buenos Aires, pero sabiendo que se trata de un lugar diferente. La misma atmósfera húmeda tal vez, o acaso la hermandad propuesta por el mismo Río de la Plata. Me habían sobrado motivos para no volver a Montevideo, sobre todo los económicos. Sin embargo, esta vez era un destino prioridad al que me esforcé por volver. Pensaba viajar sola, un viaje de bajo costo. Pero cuando estaba esperando la salida del barco, una amiga me comentó que tenía su ticket para viajar también a Uruguay, pero a Punta del Este y Punta del Diablo. Eran dos lugares que añoraba conocer, y en mis planes estaba tomar un micro desde Montevideo y pasar todo un día recorriendo Punta del Este. Acordamos encontrarnos.
Ella había alquilado un auto y alojamiento en Punta del Diablo y tenía espacio de sobra, así que me invitó a acompañarla. Ante tal invitación, no pude evitar seguirla, a pesar de tener pago mi hostel en Montevideo. En ese momento pensé que mi mejor alternativa era entregarme a lo que el viaje proponía. Si a mi me encantaba la idea de conocer esa parte de Uruguay, y hasta ese momento era una posibilidad remota, de pronto tenía un pasaporte a conocer Punta del Diablo, Valizas, Cabo Polonio. Además, qué mejor que hacerlo con una amiga. Así fue como recorrimos la costa uruguaya durante 3 días. Regresé a Montevideo para emprender la vuelta a Buenos Aires. No fue el viaje planificado, claramente fue diferente, y con resultado más que satisfactorio. Por supuesto, la vuelta a Montevideo quedó pendiente para otra vez.
Para cada cumpleaños pretendo regalarme un viaje. Personalmente creo que no hay mejor regalo ni ocasión que encontrarme en un lugar diferente haciendo lo que me gusta. Aunque se trate de pocos días o un fin de semana. Este año había destinado una semana para viajar al Sur. Pero los inconvenientes se presentaron desde el inicio. Ya había leído en los diarios que las lluvias eran constantes y habían provocado algunos problemas en toda la región desde Bariloche a Esquel. Eso me provocaba incertidumbre, pero tenía mi pasaje y tenía todas las expectativas puestas en ese viaje. El día de la partida, llegué al aeropuerto pero la neblina se había hecho presente con tanta intensidad, que los vuelos fueron demorados. Un viaje que se iniciaba por la mañana temprano, terminó por depositarme en destino por la noche y con plena lluvia. En el mientras tanto, era imposible no pensar en las señales que a veces se presentan y que una no es capaz de interpretar en su verdadero sentido. Tal vez es un mecanismo de defensa contra las supersticiones.
Ciertamente es difícil planificar un viaje pensando en el mal clima. Por regla general, esperamos a que todos resulte tan maravilloso como lo esperamos. Y si bien puede haber mal clima, lo cierto es que no tiene por qué ser permanente ni tiene que ser motivo para que se arruine el viaje. Aún con esos indicios, estaba dispuesta a disfrutar de mi regalo. El día siguiente amaneció con mucha lluvia, y el siguiente, el día de mi cumpleaños parecía ser un obsequio de la naturaleza, porque si bien había una leve llovizna de a ratos, la mayor parte del tiempo había sol. Fue por la tarde cuando todo cambió inesperadamente.
Un llamado telefónico que te trae una mala noticia y te hace volver de urgencia.
Un viaje que definitivamente no resulta según lo esperado. Un viaje que prácticamente no acaba de iniciar que ya hay que dar por terminado. Una distancia que se hace eterna y una pregunta que surge irremediablemente desde la profundidad del propio ser. ¿Cómo se puede ser infeliz en un paisaje de ensueño? Una vuelta que te deja un sabor amargo, sentimientos encontrados, pero que definitivamente otra vez propone entregarse a lo que el viaje propone. No fueron circunstancias felices, y no fue el mejor regalo que pude hacerme, pero de algún modo, también se abrió un camino de esperanza hacia una vuelta donde los vientos que soplen sean más favorables.
Adhiero a la planificación de los viajes, a vivirlos y disfrutarlos desde la idea original. Sin embargo, cuando nada se presenta tal cual lo imaginamos, la mejor opción es entregarse al viaje y sus circunstancias. Esa fue una lección. La otra fue que el camino siempre da revancha. Y si hay que volver, nada impide retomar la senda tiempo después. Finalmente cuando un viaje termina, se abre la posibilidad de otros nuevos. Y esa es la magia de los viajes que hechiza.




1 comentario:

  1. Estoy en todo de acuerdo, me gusta planificar los viajes. Es una manera de comenzar a gozarlos de ante mano. A mi personalmente, me encanta el sur de nuestro pais,Bariloche, San Martin de los Andes, Villa la Angostura, con mi esposo ya hemos viajado varias veces, tanto en auto como en micro, siempre todo planificado, los pasajes comprados, hospedaje reservado por internet , etc, Tuvimos unos viajes hermosos, de esos que te dejan esa perdurable emocion en el recuerdo y los ojos llenos de paisajes increibles, hasta Mayo pasado. por que , si, a veces algo sale mal, algo inesperado. Estabamos en San Martin de los Andes, y abordamos el barquito para ir a conocer Quila Quina , un hermosisimo lugar ahi nomas, bastante cerca. . .Cuando ya volviamos de nuestra caminata a la cascada, piso una piedra que tenis arenilla del volcan arriba, resbale, cai, y me fracture la muñeca, algo muy doloroso, que no esperaba. 24 horas de vuelta en el micro con el brazo duro , enyesado ( en el hospital de San Martin me atendieron muy bien, impecablemente) La semana pasada me quitaron el yeso, pero todavia duele bastante, mañana empiezo rehabilitacion.

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