domingo, 8 de enero de 2017

[‪#‎DIARIODEVIAJE‬] Santiago low cost

Santiago de Chile se convirtió en la meca del turismo de shopping para los argentinos. Cada vez que mencionaba que iba a cruzar la Cordillera, alguien me preguntaba si iba de compras, y algunos directamente lo daban por obvio y me recomendaban que trajera tal o cual producto, que me comprara mucha ropa y sugerencias por el estilo.
Mi viaje nada tenía que ver con las compras, aunque, la curiosidad siempre puede más. En otras ocasiones había visitado Santiago, pero nunca los precios me resultaron realmente conveniente. Suelo confundirme mucho con el cambio de moneda, y siempre supuse o que los precios no eran tan accesibles o yo me estaba perdiendo grandes oportunidades por no entender el cambio.
Había conseguido un vuelo a una tarifa accesible, así que como recordaba que el aeropuerto quedaba a bastante distancia del centro de la capital chilena, averigüé que había líneas de buses que podía utilizar. Si bien algunas versiones me habían indicado que no era lo más recomendable, que era preferible una combi o un remis, lo cierto es que la opción del bus, no sólo me resultó bastante económica sino también bastante accesible en términos de frecuencias. Tanto Turbus como Centropuerto pueden contratarse en el mismo aeropuerto y conectan con el metro para facilitar la movilidad en Santiago.
Tomé el bus (se puede pagar con tarjeta de crédito), que me llevó hasta la estación terminal de ómnibus. Hay una de las terminales que se llama Pajaritos y la otra, La Alameda. Me bajé en esta última y tomé el metro en la estación Universidad de Santiago con destino a la estación Universidad de Chile. Esa parada conecta con varios puntos céntricos. El Paseo Ahumada, el Palacio La Moneda, la Plaza de Armas y la Catedral.
La visita a Santiago tuvo algo de revivir lo ya conocido ya que la había visitado en otras oportunidades por motivos laborales, y descubrir nuevos aspectos. La idea era conocer todo lo que se pudiera y gastar poco. Mi memoria trataba de ubicarse en tiempo y espacio y recordar los lugares que había transitado anteriormente. Las imágenes eran confusas. Las veces anteriores había estado en zonas residenciales, en este caso, me alojaba en un lugar céntrico. Si bien había visitado algunas zonas del casco histórico en el pasado, en esta oportunidad tocaba recorrerlo, descubrirlo, de otro modo.
Alguien me dijo que era imperdible el cambio de guardia de los carabineros en el Palacio La Moneda. El evento tenía lugar a las 11 de la mañana, así que después de un buen desayuno, salí a encontrarme con algo de lo que la ciudad tenía para ofrecerme. Me entretuve observando los detalles de una peatonal matutina semidesértica, la fisonomía de los edificios más llamativos y emblemáticos. Cuando llegué a la Plaza Constitución, ya había gente esperando para presenciar el acontecimiento. Al cabo de unos minutos se observó la llegada de los uniformados y de la banda de música. Mientras miraba las botas muy lustradas, los trajes impecables, la perfecta coordinación de los movimientos, el acatamiento de las órdenes, pensaba en la permanencia del ritual, de las costumbres, y también de las instituciones.
Cuando todo finalizó, continué mi camino hacia la Plaza de Armas y la Catedral, una construcción de estilo neoclásico que desde 1951 forma parte del conjunto de los Monumentos Nacionales. El templo es un auténtico símbolo de la fe chilena. En su interior, las figuras religiosas, el altar, los vitrales, los techos, las arañas que cuelgan desde lo alto, los arcos y columnas, asombran por su elaborada decoración.
Después de recorrer un poco del Paseo Ahumada, que es un territorio conquistado por los vendedores ambulantes, y también algunas tiendas que ofrecen productos a bajo precio, me dirigí al Cerro Santa Lucía, que tiene un mirador desde donde se puede obtener una vista de la ciudad de Santiago. Como se trata de un espacio al aire libre, suele ser bastante concurrido. El mirador es pequeño y en ocasiones hay que esperar para disfrutar de la vista sin tantas personas alrededor.
A pocas cuadras de allí se encuentra el Barrio Lastarria, que tiene una atmósfera bohemia. Es pintoresco y agradable. Hay pequeños pubs, restaurantes y café, también una pequeña feria de artesanías y libros. Es uno de los barrios más atractivos de Santiago. Tiene el ritmo de las muchedumbres cuando lo invaden los fines de semana. Es una constante elección entre los turistas que buscan conocer parte del clima cultural que se vive en la capital chilena. Centros culturales, salas teatrales, librerías, forman parte del paisaje.
El Parque Forestal es un gran espacio verde ideal para las actividades al aire libre con juegos para niños y espectáculos callejeros. Los días no laborables se llena de gente que busca asilo bajo la sombra de los árboles o la caricia de los rayos del sol.
Bellavista es otro de los barrios emblema de la ciudad. A orillas del río Mapocho, está lleno de construcciones llamativas y muchos restaurantes que sacan sus mesas y sillas a la vereda y tientan con facilidad a los paseantes para degustar algunas de las minutas que ofrecen. Forma parte del barrio La Chascona, la casa museo que perteneció a Pablo Neruda.
El Cerro San Cristobal y su funicular son otro de los atractivos de Santiago. Si bien hay diversas actividades que pueden realizarse (incluida la visita a un zoológico), sin dudas, el traslado hasta la cima en funicular le da un toque de imperdible a la visita. "Si vienes a Santiago no puedes perderte: un buen vino, el funicular y los terremotos", me dijo un guía turístico que ofrecía sus servicios en la puerta de ingreso al cablecarril. Allí estaba yo, haciendo la fila para cumplir con uno de los requisitos. Los otros dos, los prefiero pendientes. La fila para el ascenso era bastante extensa, sobre todo porque ya iba atardeciendo y todos querían llegar a tiempo antes de que se cerrara la posibilidad de subir.
En la cima hay un templo, y un mirador desde donde se aprecia la típica postal de Santiago. Así que tenía que subir. Y es cierto, desde cerca del cielo, se aprecia toda la amplia gama de caseríos y edificaciones que pueblan la ciudad, y también el smog, otra de las características de la capital chilena.
Para la hora del descenso, ya estaba cayendo el sol. Restaba deshacer el camino y tratar de descubrir nuevos detalles que en la ida se habían pasado de largo. Entré a algunas galerías donde vendían artículos diversos, artesanías, y había también pubs y cervecerías. Volví a cruzar el puente sobre el Río Mapocho, y fue cuando descubrí todos los candados que los enamorados habían dejado en las barandas como símbolo de su amor, como sucede en otras partes del mundo.
Como no pude evitarlo, porque la curiosidad pudo más, también visité uno de los tantos mall que hay en la ciudad. El metro me dejó a los pies del Costanera Center, así que anduve por allí recorriendo todos los locales. En algún punto, la fiebre consumista que se advertía entre la muchedumbre, me generaba rechazo. Efectivamente había algunos precios que eran convenientes, quizá no lo notaba tan significativamente, acaso porque no iba con idea de comprar nada. Por supuesto que me ayudé con una aplicación que me facilitaba el tema del cambio. A los turistas les ofrecen un descuento especial, que contribuye a generar más ansias de consumo. Lo cierto es que la marea humana cargada de bolsas, me llevó a darme cuenta de que no había nada que quisiera comprar. Si necesitaba algo, no era algo que pudiera comprar en un mall. Y no había nada de primera necesidad que pudiera motivarme a gastar sólo porque era más económico. Así que si bien la recorrida estuvo bien para satisfacer la curiosidad, un rato fue suficiente. No necesitaba más.
La estadía en Santiago era breve, y representaba todo un desafío. El reencuentro con los lugares conocidos, el descubrimiento de otros espacios que no conocía, y una modalidad de viaje que era diferente de las que me habían llevado a visitar esa ciudad en otras ocasiones. El resultado, por supuesto fue satisfactorio. Era un punto de partida a un viaje que tenía como objetivo principal otro sitio. Quedaba mucho más por delante...el viaje recién empezaba...







































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