domingo, 23 de agosto de 2015

[‪#‎INFOTURISTICA‬] Piriápolis

La ciudad de Piria es como un universo personal. Como esas esferas de cristal que representan un paisaje estático pero que al agitarlos cobran vida, así se percibe a Piriápolis. Un pueblo pequeño, tan chiquito que da la sensación de poder tomarlo con las manos para observarlo más de cerca.
La costanera, los cerros, sus construcciones majestuosas, el andar tranquilo de su gente, el puerto y una interesante historia, suman un conjunto interesante que hay que conocer.Piriápolis ostenta el título de ser el primer balneario de Uruguay. Está ubicado en un rincón privilegiado del territorio charrúa, muy cerca de Montevideo, y apenas a 35 kilómetros de Punta del Este. Su fundador, Francisco Piria, fue un visionario. Encontró en ese lugar un espacio que le permitió dedicarse al cultivo de tabaco, uva y olivos y también a la extracción de granito del Cerro Pan de Azúcar. Pero además fue el impulsor de la conformación de un balneario y área recreativa con la instalación de infraestructura turística. El tendido ferroviario fue un factor decisivo no sólo para el transporte de mercancías si no también para trasladar a las personas hasta la playa.
En temporada alta abundan los turistas locales, de Argentina y Brasil, especialmente. En temporada baja, la población parece suspendida en el tiempo, a la espera de la llegada del período estival. Sin embargo, es un destino para visitar en cualquier momento.
Piriápolis está tocada por la varita mágica. Su hechizo persiste en el tiempo y cautiva a los visitantes. Como en los cuentos de hadas, en esta pequeña población también hay castillos que encantan como el que fue construido en 1897 y que fue residencia de Piria, actualmente convertido en un museo imperdible.
El Gran Hotel Piriápolis,erigido a principios del siglo XX, tenía un delicado mobiliario traído de Italia, y en la actualidad es todo un símbolo de aquella época de incipiente esplendor. Fue el primero en recibir a los turistas, y en la actualidad se usa como colonia de vacaciones. Otro alojamiento que sigue recibiendo a turistas y que despierta admiración, es el Hotel Argentino. Inaugurado en 1930, en su diseño contemplaba 365 habitaciones, una por cada día del año, convirtiéndolo en el más grande y lujoso de Sudamérica. Además de recibir a turistas, es un centro de convenciones y cuenta con un casino. Es uno de los edificios más emblemáticos de Piriápolis.
La Rambla se divide en dos, de un lado, la de los Ingleses, del otro, la de los Argentinos. En cualquier caso se trata de un largo paseo para realizar con tranquilidad, en familia, con amigos, en pareja o en solitario. No tiene desperdicio. Las aguas calmas llegan hasta la orilla, humedecen la arena de la playa, y uno se pierde en esa fuente de paz y disfrute.
El Paseo de la Pasiva, frente a la Rambla, es otro de los lugares más característicos de Piriápolis. Allí se alojan la Feria Artesanal y la Oficina de Turismo. Avanzando hacia el puerto, se encuentra la guardería de embarcaciones y las aerosillas que conducen al Cerro San Antonio, que ofrece una hermosa vista de la ciudad. Más allá, avanzando sobre el Cerro de la Bahía, se encuentra la imagen de la Virgen Stella Maris, que protege a los pescadores. Los mismos que avanzando un poco sobre la costanera, tienen sus puestos de venta de pescados frescos. Uno al lado del otro, se suceden los pequeños mostradores que ofrecen la pesca del día. Las gaviotas se congregan en forma masiva y hacen valer sus ansias de alimento a fuerza de interminables graznidos. Los gatos son otros habitantes frecuentes.
El cerro Pan de Azúcar tiene unos 400 metros de altura, En su base se puede visitar la Reserva de Flora y Fauna, en la cima, una cruz que se eleva a 35 metros, ofrece otra de las imperdibles panorámicas. Hay otros cerros como el Toro y el de los Burros, que tienen menor altura, pero que son parte del singular paisaje. Tanto como las fuentes que decoran la ciudad y que revelan la mística de fines del siglo XIX. Testimonio de la historia de este micro universo uruguayo, son el Museo de la ciudad y el Ferroviario.
Por las tardes, la costanera se llena de gente. Los grupos de familiares y amigos, termo y mate en mano, son una típica postal. A medida que el sol va cayendo, los colores naranja intenso y rojizo despliegan un espectáculo que se renueva cada día y que nadie se quiere perder. Pero cuando el sol se oculta, la estela de colores que persiste anticipa la llegada de la noche. Las luces comienzan a iluminar el cerro, la rambla y entonces, todo adquiere otra dinámica y es tiempo de otro momento de disfrute.































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