martes, 20 de enero de 2015

Pingüinos

Me encontré por primera vez con los pingüinos hace poco más de un año y medio. Ya en otra ocasión había ido al sur con ganas de verlos pero no pudo ser porque por entonces del calendario de fauna sólo miraba cuál era la época de ballenas. Sólo varias temporadas después tuve la oportunidad de observarlos de cerca, conocer un poco acerca de sus costumbres y sorprenderme con sus características. Fue a fines del mes de septiembre, cuando la temporada apenas está comenzando. Dicen que diciembre y enero es la mejor época porque nacen los pichones y la población se eleva considerablemente. Conocerlos es una experiencia hermosa que se combina con la generosidad de la patagonia y se convierte en un recuerdo inolvidable. 


La ballenas me fascinan. Me parecen monstruos marinos hermosos. Gigantes que te dejan atónita con cada sorpresiva aparición. Pero los pingüinos eran algo novedoso. Nunca los había tenido cerca y las imágenes que había visto de Punta Tombo me llenaban de ilusión. Me imaginaba rodeada de muchos, muchísimos de ellos. Y eso me entusiasmaba. Quizá no me entusiasmaba tanto el precio de la excursión y averigüé si no había forma de llegar por cuenta propia en un medio de transporte público. No, no había. No quedó otra que pagar la excursión. 
Me tocaron días de inestabilidad climática. Algunas lluvias que complicaban las excursiones. La visita a Punta Tombo era la mejor alternativa para un pronóstico que anunciaba un día complicado. Había que levantarse temprano y prepararse para un día largo que incluía no sólo la excursión a Punta Tombo, sino también Trelew y Gaiman. Si bien de la propuesta, sólo los pingüinos representaban lo novedoso porque en ese viaje previo sí había recorrido las otras dos ciudades, volver a visitarlas fue como correr un velo, sacudir el polvo acumulado sobre los recuerdos y tratar de conectar con la experiencia pasada pero con los ojos de aquel presente. Aceptar nuevas compañías, y elegir qué nuevos recuerdos llevarse como souvenir.
En aquel momento, como siempre que hago un viaje largo, llevaba un cuaderno en el cual registraba todo lo sucedido en el día. Esto fue lo que registré en mi diario de ese día en el que por primera vez me crucé con los pingüinos.


Puerto Madryn, 28/09. Pingüinos.
El día está horrible. Llueve todo el tiempo. Estamos a resguardo en la combi. La capacidad del vehículo está cubierta. Antes de llegar a Punta Tombo, la guía explica que la reserva está dentro de una estancia privada y que los dueños cedieron esa porción de su terreno al gobierno provincial para convertirla en un área protegida. La cedieron con la única condición de que les permitieran tener la concesión de la confitería solo y exclusivamente a su familia donante, razón por la cual los precios son excesivos. No hay competencia, y en los alrededores no hay ningún lugar en el que se pueda comprar algo. Por eso, antes de ingresar al territorio de la reserva, la combi para unos minutos en una estación de servicio para que los que necesitan abastecerse de algunos víveres puedan hacerlo. 
Se llega a la reserva al cabo de transitar la ruta nacional 3 -que está asfaltada- y luego un camino de ripio que hace que el vehículo se bombolee al ritmo de los baches y la lluvia que por momentos es intensa y de a ratos da respiro. Una vez que llegamos a destino por suerte paró de llover y pudimos transitar los 3 kilómetros de sendero sin lluvia. La información que nos facilitan afirma que hay 250 mil pingüinos. Inevitablemente pienso que alguien no tuvo mejor tarea que ponerse a contabilizarlos como si se tratara del rating minuto a minuto. Y sí, los cuentan. Cada año, los estudiosos del lugar marcan los nidos con cintas de distintos colores. A partir de esos estudios es que dicen que los pingüinos, o algunos de ellos, pueden llegar a vivir 30 años. 
Las pingüineras son huecos en la tierra que los machos acondicionan esperando la llegada de la hembra. Son monógamos mientras la fertilización sea exitosa. La hembra llega en septiembre y busca al macho, que guía a la hembra con su grito. Un grito en el que los machos parecen turnarse para llamar a su respectiva hembra. Se nota que hacen un esfuerzo tremendo con todo el cuerpo. Cuando llegan, se reúnen, sucede el apareamiento, y la hembra pone dos huevos. Hacia diciembre nacen los pichones y entonces sí, dicen que en la pingüinera puede haber unos 3 millones de pingüinos.
Un detalle llama mi atención. Se trata de una ley que es necesario respetar. En territorio pingüino, las reglas dicen que estas aves que tienen alas y no vuelan, tienen prioridad de paso siempre. No hay semáforos que lo indiquen, sólo los propios pájaros que están circulando con su sola presencia activan la alarma para que los visitantes a la reserva les dejen prioridad de paso. Sucede que si no se los deja pasar primero, se desorientan y pierden el rumbo y les cuesta reorientarse, sobre todo para volver al mar a alimentarse. Y las consecuencias de una mala alimentación pueden ser muy lamentables. 
A lo largo de la pasarela no sólo se podían observar las pingüineras sino que también había muchos guanacos y unas ratitas que compartían territorio con los llamados pájaros bobos por tener alas y no volar. Según los carteles indicadores también es posible encontrar choiques, zorros y peludos, pero no vi a ninguno de esos.
En el regreso nos llevaron a Gaiman, el pueblito de origen galés del que solo quedan algunas casas tradicionales y las casas de té que cobran 110 pesos por adulto. Como ya había hecho eso en alguna ocasión, opté por caminar algo por el pueblo. Eramos varios los que optamos por lo mismo. Visitamos el Museo Histórico Regional, que también ya había recorrido con anterioridad, pero cuya entrada apenas era de 5 pesos. 
En Trelew se visitaba el Museo de Paleontología Egidio Feruglio, que es muy famoso, o al menos eso parece. Pero también ya lo había visitado en alguna ocasión, así que esta vez se impuso un mini recorrido por el museo de la estación que tenía una entrada de 2 pesos y por las calles aledañas en busca de la plaza principal y la oficina de turismo. 
Fue una linda excursión donde pude conocer el hábitat y las costumbres de los pingûinos, apreciar una hermosa vista del mar y hacer nuevos recorridos por lugares ya conocidos.

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