domingo, 5 de marzo de 2017

[‪#DIARIODEVIAJE] Por qué conocer Reta

Un pueblo pequeño dominado por la tranquilidad y la armonía. Como salido de un cuento, el ritmo de vida se vuelve pacífico, relajado, ameno. Una modalidad que contrasta con la rutina citadina, dinámica y fervorosa.
Se llega a Reta luego de atravesar extensos kilómetros de ruta a lo largo de la pampa bonaerense y argentina. A ambos lados de la cinta asfáltica los sembrados de maíz y girasol acaparan la atención. Espejos de agua, algunos permanentes y otros producto de lluvias recientes, se dejan ver de tanto en tanto, y junto con su numerosa avifauna forman un espectáculo aparte. 
Tres Arroyos es la cabecera de este distrito ubicado en el litoral sur de la provincia de Buenos Aires. Cerca de allí, se encuentra Copetonas, un pueblo que está integrado al programa de Pueblos Turísticos de la Provincia de Buenos Aires, y hasta donde en algún momento llegaba el tren, cuya estación muestra altiva las huellas del paso del tiempo. Ese poblado es el último antes de entrar en esta porción de territorio que lleva el nombre de Martín Reta, el visionario que quiso darle relevancia como destino de viaje a este lugar fundado en 1929. 
El aroma del campo se mezcla con el mar, y juntos arman una combinación maravillosa. Es como entrar en una burbuja donde el tiempo parece detenerse tanto que hasta la tecnología se suspende. La señal de los celulares es azarosa y los sitios con wifi son contados. No hay bancos, y la compra con tarjeta de débito y crédito es escasa. El agua no es potable y solo la reparten en algunos puntos específicos.
La arteria principal tiene unas pocas cuadras. Las calles son de tierra y están arboladas con grandes eucaliptus, álamos y tamariscos. Las casas y cabañas pequeñas y bonitas, conviven con la estación de bomberos, la escuela, la dependencia municipal, la plaza, un par de iglesias, unos pocos restaurantes, y varios minimercados.
Por supuesto no faltan las heladerías, rotiserías, casas de recuerdos y para pasar un momento agradable, las casas de entretenimientos que se vuelven un refugio necesario para las noches y los días de mal clima. Un salón con catorce mesas de pool, bowling, metegol, juegos en red, tejo, y servicios de cafetería, heladería y comidas rápidas, ofrece un pasaporte a una salida distinta, casi de diversión vintage. Un salón donde los pinos del bowling aún son acomodados en forma manual, es una nueva estación en el viaje a través del tiempo.
Los médanos se erigen como gigantes de arena dispuestos a una batalla colosal por dominar el paisaje. Se observan desde varias cuadras antes de toparse con ellos. Son como una primera barrera para llegar al mar, la siguiente son las extensas playas. Y por fin, el encuentro con el agua.
Territorio ideal para la práctica del sandboard, no serán pocos los turistas que se encuentren irresistible la tentación de surfear los médanos. También los elegirán para los paseos quienes gustan de los cuatriciclos, y los vehículos 4x4.
Playas inmensas. No hay modo de estar apiñados. Aún cuando la concurrencia a las playas sea numerosa, nunca se llegará a la concentración multitudinaria de otros balnearios. Los paradores son contados, y las carpas no son invasivas. Hay arena para todos. Para las sombrillas, para las lonetas, para los castillos, para jugar hasta cansarse. Incluso hay quienes pasan largo tiempo escarbando en la arena para buscar almejas, una especie en extinción en las costas bonaerenses que aún pueden encontrarse en estas playas. Y si la idea no es instalarse en un único lugar, kilómetros y kilómetros de playas invitan a una inagotable caminata.
Son playas extensas y tranquilas. Cuando están desérticas son una verdadera delicia. Cuando los días son bonitos, es muy probable que se llenen de vehículos 4x4, lo cual es una pena ya que deterioran el paisaje. Caminando por la playa, es posible dar con los restos de un barco hundido, el cual sólo es posible apreciar con marea baja. A unos dos kilómetros del centro, se encuentra una pequeña albúfera, a la que también se puede acceder por la playa.
Entre la desembocadura del Arroyo El Gaucho y la entrada del mar, se genera una pequeña laguna de agua salada que forma un ecosistema particular y frágil. Cisnes de cuello negro, flamencos, gaviotas y gaviotines se dan cita para convivir en un ambiente rodeado de pastizales y arena. También es posible dar con nutrias y roedores, y algunas culebras y serpientes venenosas en las áreas de pastizales.
Las aguas marinas tienen un color celeste claro que se mueven al ritmo del viento. De fondo, el cielo se vuelve un telón exquisito. Son aguas cálidas son una delicia. Por su ubicación geográfica, en Reta tanto el amanecer como el atardecer se pueden ver en el mar, y eso le da un toque singular.
Sin lugar a dudas, el atardecer en Reta es un espectáculo que debe vivirse. Es tan mágico e irreal, que es imposible no sentirse dentro de una fantasía. El sol comienza a caer, y en esa despedida, su corazón se tiñe de rojo intenso y su encanto contagia al firmamento, a las nubes, al mar, a la arena, y también a los sensaciones profundas. El fenómeno es realmente conmovedor, emocionante, sublime.
Aún cuando el sol se esconde y desaparece de nuestra vista, su presencia tarda en retirarse y hasta que llega la noche y la luz se concentra en las estrellas, la emoción perdura. 
Las imágenes coloridas desbordan en las retinas. El corazón estalla al sentir que el universo conspira a favor de una experiencia tan agradable y especial. El momento es tan inquietantemente feliz, que un solo atardecer, ya vale toda una estadía en Reta.
Si no tenés señal, es señal que es un buen lugar. Y Reta, lo es.
¿Alguna vez estuviste en Reta? Compartí tu experiencia.

Ubicación: 
Está a 587 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires.
Para llegar, se toma la Ruta Nacional 3. En temporada y fines de semana largos, la Empresa A y M García es la única que realiza el viaje directo entre Buenos Aires y Reta, Otra opción, es llegar hasta Tres Arroyos en ómnibus, y desde allí tomar un servicio de combi que en temporada alta funciona diariamente y fuera de ella, se realiza dos o tres días a la semana.