Los campos que se expanden a uno y otro lado del camino están regados de caña de azúcar, aunque también hay cítricos y hortalizas. No son más que un indicio que lleva al sitio donde la mística campestre asume un rol estelar. La señalización sobre la ruta nacional 157 indica la entrada de acceso a la ciudad.
Es un poblado tranquilo donde la impronta rural se asume desde el primer momento. Los sábados, la dinámica del pueblo parece concentrarse en un solo lugar. La feria es un lugar de reunión, pero es más que eso, es una fiesta que desde antaño congrega a propios y extraños.
Infinidad de puestos de artesanías, comestibles, productos típicos -y algunos importados también-, se extienden a lo largo de varias calles en el predio reservado a la Feria. Especias de todo tipo aportan colorido y aromas. La miel de caña, las empanadillas, los rosquetes son una tentación para la degustación de la dulzura tucumana.
El recorrido puede llevar a descubrir objetos de lo más diversos, artesanos diestros en su especialización, pero sobre todo una atención amable y un jolgorio que se percibe en el ambiente. También se observan a parejas haciendo demostraciones de sus pasos de baile, indispensable en toda fiesta.
Por supuesto que la gastronomía es una de las estrellas de la feria. Hay mesas y sillas invitando a un rico asado o un suculento locro y las infaltables empanadas.
El paseo en carro tirado por caballos es casi obligatorio. Un gaucho muy amable será el encargado de guiar a los paseantes a través de un city tour por la ciudad ante la mirada de los lugareños que saludan con sus sonrisas a los viajeros. La Fiesta Nacional del Sulky es la ceremonia que homenajea al sello distintivo de la ciudad y motivo de orgullo del pueblo. Se realiza en el mes de noviembre, ocasión en la que los carros se apropian de las calles y la llenan de su colorido y magia.
Más allá del predio donde tiene lugar la feria, se observan improvisados puestos de venta de gallinas y cerdos y también algunos productos elaborados. Los pequeños cerditos se amontonan todavía torpes alrededor de su madre, mientras esperan por la llegada de un posible comprador y el cuadro resulta una verdadera pintura de la vida rural.
Simoca, al sur de la provincia de Tucumán, es un rincón donde la tradición hace de su hogar una auténtica fiesta. Es una invitación a conocer las costumbres y los rituales más típicos y darse una panzada de auténticos y exquisitos platos.