domingo, 24 de marzo de 2019

[‪#DIARIODEVIAJE] Costa Rica pacífica

El encuentro con la costa pacífica de Costa Rica sería en Montezuma. Llegué a esa localidad por referencias. Su tranquilidad, su condición de mayor accesibilidad en términos económicos que otras playas más masivas como la de Santa Teresa, Tamarindo o Malpais, eran en sí mismos, argumentos más que suficientes.
Desde San José, un bus a Puntarenas, desde allí cruzar en ferry hacia la Península de Nicoya, y seguir camino hasta llegar a Cobano, y luego de un cambio de bus, llegar a Montezuma. En todo ese trayecto, que inicié muy temprano a la mañana pude apreciar la pereza de poblados que apenas despiertan, la calidez de un sol ya intenso para cuando llegamos al ferry. Un viaje apacible a través de las aguas de un golfo acostumbrado al vaivén de las embarcaciones. En la cubierta, el astro rey se muestra con bravura, en las aguas se observa el flotar de algunas ramas, algunos residuos que no deberían estar ahí, y de tanto en tanto, cardúmenes a los que se observa a veces saltar, otras veces ser el imán que atrae a algunas aves marinas. 
Cuando cruzamos hacia la otra orilla, el calor húmedo era casi insoportable. Pero a medida que el bus empezó a rodar, desde las ventanillas el paisaje campestre, tan lleno de verde resultaba no sólo refrescante, sino también mágico. El verdor de los campos, de los árboles, la espesura de la vegetación. Los árboles de mango se veían tan repletos de frutos que eran una tentación que sin dudas aprovechaban los monos y una gran variedad de aves. Algún mapache desprevenido también se dejaba ver a orillas del camino.
El bus  que llevaba como destino Montezuma, finalizó su recorrido en una improvisada terminal. A pocos metros, se podía divisar el mar. Una población pequeña, muy tranquila, de ambiente bohemio. Sólo unas pocas calles conforman el centro comercial donde se encuentran algunas agencias de servicios turísticos, restaurantes, supermercados y venta de artesanías. No mucho más. 
Playas de arenas claras, bosque de árboles nativos. Mucha tranquilidad. Siguiendo el recorrido de la costa se puede llegar a otras playas y cascadas. Esas mismas playas son las que reciben la llegada de las tortugas marinas. Algunos letreros intentan generar conciencia entre los visitantes. Una tarea loable.
A poco de andar desde el pequeño centro, un sendero conduce hacia una cascada, que es otro de los atractivos cercanos. Pero si se quiere recorrer algo más, hay interesantes propuestas. Una de las más llamativas es la visita a la Reserva Natural Cabo Blanco. Para visitarla hay una buseta que cubre el trayecto hasta la entrada y desde ahí, luego de pagar la entrada, se accede a los senderos. El más largo es el que lleva hasta la costa. Se camina largamente con subidas, bajadas y la dificultad crece cuando el suelo se encuentra húmedo, resbaloso y la mezcla de barro y raíces, sobre todo si es en bajada, complican el trekking. En el recorrido, las aves con su canto y el colorido de su plumaje son una compañía llamativa. Sin embargo, hay que estar preparado porque el trayecto es largo y el sendero presenta dificultades, entre ellas, la intensa humedad. Una humedad pegajosa, pesada, insoportable.
A medida que nos acercamos a la costa, la presencia de cangrejos se hace notar. Es una especie de color violeta oscuro con sus extremidades naranjas. Su colorido llama la atención, pero también se vuelve divertido escuchar el sonido de sus tenazas mientras se desplazan buscando ocultarse en sus guaridas al percibir el ruido de pasos. También es frecuente la presencia de iguanas y lagartijas que no dejan de provocar más de un sobresalto. En ocasiones se pueden ver cervatillos y guatusas y también son habituales los monos.
Una vez que se llega a la playa, el premio es sumamente reparador. La vista es muy bonita, la arena blanca. La combinación de sol, playa y vegetación es perfecta. Toda la vida vale la pena en ese instante. Pero sin embargo, luego hay que regresar y desandar el camino .Otra vez sumergirse en la humedad de los árboles altos, la vegetación intensa, el calor abrumador. Sin embargo, la satisfacción que se logra por llevarse el recuerdo de lo vivido, es enorme.
La buseta tiene un horario determinado para el regreso, por lo cual, lo más conveniente es ir bien temprano, para aprovechar el día y tener tiempo para alcanzar el vehículo de vuelta. Con un poco más de tiempo se puede caminar hasta el pequeño poblado de Cabuya. Allí es posible apreciar las embarcaciones pesqueras y, cuando baja la marea, no sólo es posible cruzar caminando hasta la isla donde se ubica el cementerio, sino también observar a las personas que recogen mariscos.
Desde Montezuma también se puede tomar un bus hasta Cobano y desde allí combinar con otro a Santa Teresa. Luego de un trayecto por un paisaje campestre y apacible, se llega a una población donde el movimiento y el ritmo comercial es dinámico. Es uno de los sitios elegidos para la práctica de surf y deportes acuáticos. Las playas son extensas y luego de atravesar un bosquecillo habitado por ardillas, iguanas y monos, se llega a la costa. Los árboles de mango son los preferidos por todas las especies animales que abundan en la zona. Las aves como los tucanes y los loros, también se disputan los frutos. Para alguien acostumbrado a otro tipo de paisaje, el escenario es asombroso, sorprendente, fascinante.
Mi estadía en Montezuma fue de desconexión absoluta. Fue un zambullirse en tranquilidad, en un ritmo lento, en la pasividad de una dinámica slow. La dosis de bravura la aportaban el mar cuando llegaba a la orilla impulsada por una brisa creciente hacia el anochecer. Las tormentas intensas que se desataban por las noches que hacían que lloviera como si nunca fuera a finalizar, como si se tratara de un diluvio universal. Rayos, truenos, aguacero. Sin embargo, al otro día el sol volvía a brillar con intensidad y no quedaba ni el recuerdo de la tormenta.Dicen que así es la temporada de lluvias siempre.
Mi intención de conocer la costa del Pacífico en Costa Rica incluía el avistaje de ballenas. Sabía que era poco probable por la época, pero quería intentarlo. Así que si bien, uno de los lugares de gran atractivo turístico es Manuel Antonio, decidí dejarlo de lado, y visitar el Parque Nacional Corcovado. Para llegar hasta la reserva natural, la población más accesible a la que podía llegar era Uvita. Por lo tanto, el día de mi partida de Montezuma tomé un bus hasta Paquera. Luego, allí abordé nuevamente el ferry, y después un bus a Quepos, y desde allí, otro a Uvita.
El viaje fue largo, pero agradable. Me llevó casi todo el día. En el bus, una pareja me había recomendado conocer Hacienda Barú, una reserva privada en la que se puede apreciar gran variedad de flora y fauna. Hice caso de su recomendación y en un mismo día visité Dominical, una población costera cercana y Hacienda Barú.
Dominical es un poblado pequeño, pero con un amplio espacio público donde está lleno de puestos de venta de artesanías, productos típicos, pareos, vestidos playeros, entre otras cosas. Los puestos se ubican uno al lado del otro y aportan un gran colorido. Las playas, sin embargo, son pedregosas y están llenas de ramas y residuos que trae el mar. Por la fuerza de las olas, es un lugar elegido para el surf.
En Hacienda Barú se paga un acceso y hay varios recorridos para realizar. Comencé a caminar por uno de ellos, y fue un sumergirse en el bosque donde el canto de los pajaritos fue constante, y el colorido de su plumaje, también. Las lagartijas se adivinaban en el sonido que hacían entre el follaje. Una pareja de pecaríes se cruzó en mi canino, y un poco amenazaron con seguirme así que me asusté un poco. Por momentos caían algunas gotas, y la humedad se condensaba aún más en el bosque. El suelo por momentos estaba muy embarrado, así que decidí regresar y retomar otros senderos.
Me habían dicho que en esa reserva podía encontrar a los perezosos. No quería irme del lugar sin apreciarlos, pero por mucho que mirara, no pasaba nada. Había visto tucanes, con sus picos coloridos que me fascinaban. Me sentía feliz de poder visualizarlos, pero mi objetivo era conocer a los perezosos, y eso no estaba sucediendo. A veces miraba con atención tratando de adivinar si se trataba de una bola de pelos o de una bola de termitas.
Anduve mirando los árboles atenta a cualquier movimiento, pero no había caso. Hasta que en un momento descubrí una sombra gris en uno de los árboles, y me quedé mirando con detalle, con esfuerzo, con dedicación. Cuando pude ubicarme en mejor posición vi que era una mamá perezosa que cargaba a su pequeña cría, fue hermoso. Por primera vez veía un perezoso y me sentía feliz. El objetivo estaba cumplido.
En Uvita visité el Parque Nacional Marino Ballena. Sus playas eran increíbles. La belleza paisajística era preciosa. Arena blanca, palmeras, bosques. La geografía del lugar, vista desde lo alto, simula la cola de una ballena. Con marea baja, se podía llegar caminando hasta la cola de la ballena. Así que cuando las aguas se retiraron, caminé por la arena húmeda en la cual la presencia de agua permitía también el reflejo de las nubes y la sensación era como caminar en el cielo.
Las playas son limpias, y no hay emprendimientos privados que hagan explotación de ellas dentro del parque, lo cual aporta mucha tranquilidad. Chicos de colegios de la región andaban con bolsas de residuos limpiando las playas de los desechos que dejaban los turistas, y eso explicaba cómo era posible que las playas estuvieran tan limpias. Una acción para aplaudir, aprender y reproducir.
El Parque Corcovado es uno de los más importantes de Costa Rica. Es conocido como "el hogar de los perezosos". Para visitarlo contraté una excursión ya que no tenía forma de llegar si no era con un guía.
Pasaron a buscarme por el hostel muy temprano. Hubo que hacer un recorrido de un par de horas hasta llegar Sierpe, donde tomaríamos la embarcación que nos llevaría al Parque. El río homónimo era un lugar habitado por cocodrilos, así que eso ya le aportaba una cuota de incertidumbre. Nos subimos a la embarcación pero sólo logramos adivinar la presencia de los lagartos, en la orilla. Como parte del paseo nos llevaron a recorrer los manglares donde las raíces de la vegetación se dejaban ver con sus formas curiosas y a la vez se convertían en hogar de cangrejos y especies acuáticas de la región. Desde la embarcación también pudimos apreciar un perezoso que estaba en lo alto de un árbol. Después tocaba salir a mar abierto y durante un buen rato estuvimos navegando en un mar agitado por la presencia de una lluvia inminente. El aguacero nos sorprendió cuando todavía faltaba un rato para llegar. Al descender de la embarcación tuvimos que hacerlo en medio de las olas. Mi temor ahí era que se me mojara la cámara de fotos porque la marea aún estaba alta y el oleaje era intenso.
El guía nos llevó a recorrer un sendero por un fragmento del parque, pero para poder internarnos entre los árboles, tuvimos primero que cruzar el río. El caudal se encontraba alto. Había que caminar despacio, tratando de no resbalar al pisar, ni hundirse en algún pozo. El guía hizo un comentario sobre cocodrilos y todos interpretamos que se trataba de un chiste. El agua nos llegaba hasta la cintura.
Anduvimos observando la vegetación y la poca fauna que había. Nuestro experto en el Parque nos indicó que la lluvia  hacía que los animales se refugiaran en sus guaridas y que era poco probable que pudiéramos toparnos que algún especimen de los tantos que habitan el lugar. Un coatí, un pájaro carpintero, unas aves grandes que parecían pavos, monos de los aulladores, de los capuchinos, de los araña. Lagartijas, iguanas, ranas, pero no mucho más.
Cuando deshicimos el sendero, fuimos por otro camino hasta una cascada. Desde lo alto del sendero pudimos apreciar a orillas del río a un par de cocodrilos que reposaban sobre un tronco. Entendimos que las palabras del guía eran ciertas y no un chiste. Por suerte, no volvimos a cruzarnos con ninguno de ellos, al menos tan cerca nuestro.
Al momento de regresar, subimos nuevamente a la embarcación, y mientras navegábamos por mar abierto, y mis esperanzas de observar una ballena se diluían, observamos en cambio que algunos delfines nadaban muy cerca nuestro. Fue un regalo asombroso.
Después, cuando volvimos al muelle de partida, observamos que algunas embarcaciones de pescadores estaban realizando la limpieza de su pesca, y por tal motivo, había varios cocodrilos dando vueltas, esperando que les tiraran algunos de los desperdicios. Fue también una situación muy llamativa que hizo que todos se detuvieran a observar la situación.
En Uvita terminó mi itinerario por la costa pacífica de Costa Rica. Fue una experiencia muy rica en belleza paisajística y en tranquilidad. La combinación de mar, playas, vegetación y fauna es de una riqueza enorme, y mucho más si se tiene en cuenta la amabilidad de las personas. No sólo se llena la vista, sino el alma. Cada momento de asombro, es maravilloso. Y eso hace que la ecuación de los viajes siempre sea perfecta.
Montezuma


Montezuma


Flores - Montezuma

Montezuma

Vegetación- Montezuma

Vegetación - Montezuma

Montezuma

Montezuma

Montezuma

Santa Teresa

Santa Teresa

Santa Teresa

Santa Teresa

Santa Teresa

Santa Teresa


Monos

Mangos

Tucán

Monos

Santa  Teresa

Santa Teresa

Montezuma

Montezuma

Santa Teresa

Santa Teresa

Montezuma

Montezuma

Reserva Cabo Blanco

Reserva Cabo Blanco

Reserva Cabo Blanco

Reserva Cabo Blanco

Reserva Cabo Blanco

Reserva Cabo Blanco

Reserva Cabo Blanco

Reserva Cabo Blanco

Reserva Cabo Blanco

Reserva Cabo Blanco

Reserva Cabo Blanco

Reserva Cabo Blanco

Reserva Cabo Blanco

Reserva Cabo Blanco


Reserva Cabo Blanco

Reserva Cabo Blanco

Reserva Cabo Blanco

Reserva Cabo Blanco

Reserva Cabo Blanco

Reserva Cabo Blanco

Reserva Cabo Blanco

Cabuya

Cabuya

Cabuya

Cabuya

Ferry

Ferry

Ferry

Ferry

Parque Marino Ballena

Parque Marino Ballena

Parque Marino Ballena

Parque Marino Ballena

Parque Marino Ballena 

Parque Marino Ballena

Parque Marino Ballena


Parque Marino Ballena

Parque Marino Ballena

Parque Marino Ballena


Parque Marino Ballena



Parque Marino Ballena

Parque Marino Ballena

Parque Marino Ballena

Parque Marino Ballena

Parque Marino Ballena

Parque Marino Ballena

Parque Marino Ballena

Parque Marino Ballena



Uvita

Uvita

Dominical

Dominical

Dominical


Hacienda Barú

Hacienda Barú

Hacienda Barú

Hacienda Barú

Hacienda Barú

Hacienda Barú

Hacienda Barú

Hacienda Barú

Hacienda Barú

Manglares

Manglares

Manglares

Parque Corcovado


Parque Corcovado

Parque Corcovado

Parque Corcovado

Parque Corcovado

Parque Corcovado

Parque Corcovado

Parque Corcovado

Parque Corcovado

Parque Corcovado

Parque Corcovado

Parque Corcovado

Parque Corcovado

Parque Corcovado

Sierpe

Sierpe

Sierpe

Sierpe