lunes, 10 de abril de 2017

[‪#DIARIODEVIAJE] Laguna Esmeralda -Ushuaia

La Laguna Esmeralda fue el primer desafío. De todas las opciones que tenía en Ushuaia, elegí una que me entusiasmaba mucho. El pronóstico del clima no me auguraba la mejor de las estadías. Sabía, sin embargo, que en la patagonia todo lo referente al clima es azaroso, y que, no obstante, debía estar lista para aprovechar cualquier oportunidad que tuviera.
Muchos son los viajeros que llegan a Ushuaia. Habitualmente la estadía promedio es de dos, tres, hasta cuatro días. Son pocos los que permanecen más días, y en ese recorte, son muchas las opciones que se pierden. En mi caso, iba a permanecer algunos días más, pero con el clima en contra, era probable que mis opciones también se redujeran.
La Laguna Esmeralda ya me parecía una maravilla desde su nombre. Un espejo de agua de color verde precioso debía ser, sin lugar a dudas, una joya digna de apreciar. Tenía otros condimentos que también la hacían atractiva. Por un lado, estaba entre las opciones más recomendadas por su belleza paisajística, por otro, había un camino a través del bosque que se anunciaba como muy bonito, se podían apreciar algunas castoreras (también algo que es llamativo de la zona), y había que atravesar algunas turberas.
Hace un par de años leí un libro que relataba la experiencia de una expedición realizada por tres jóvenes amigos por zonas poco exploradas de Tierra del Fuego. En el relato, hablaban de todas las vivencias que tuvieron que afrontar en ese recorrido y mencionaban las turberas como parte de la complicación ya que se habían hundido lo suficiente como para quedar empapados y casi muertos de frío. Ese libro avivó mucho mi curiosidad por conocer la isla. Si bien no tuve ocasión de hacer una expedición como esa, ni mucho menos, lo cierto es que conocer el lugar, los ambientes, la gente, me resultaba muy tentador. Cuando me enteré que el sendero a la laguna obligaba a pasar por algunas turberas, un poco de aquella aventura que había leído, acudió a mi mente. Justo es decir, que en mis andanzas por el centro de Ushuaia, he visto el libro exhibido en algunas vidrieras. Un libro que merece ser leído y disfrutado.
Las turberas son un tipo de suelo muy blando formado por material orgánico que se fue acumulando sobre algunos depósitos de agua. Son humedales de características particulares, entre las que se encuentra la de captar el carbono que tanto incide en el cambio climático. Más tarde, me encontraría con otros sitios con presencia de turba, pero este primer contacto ya me hacía encontrarme con una de las características típicas de la región.
Las alternativas para realizar la excursión, si no se dispone de vehículo, son: hacer dedo, contratar un transfer o un remis o taxi, con los cuales hay que acordar el regreso. El traslado es hasta el punto donde comienza el sendero. Las combis que son el transporte regular venden el pasaje de ida y vuelta. La vuelta se tiene que acordar entre todos los pasajeros que viajan en esa misma combi. El sistema es un poco incómodo, pero es la opción que ofrecen. Sobre todo es incómodo porque si el clima desmejora y se acordó en tal horario, no se puede tomar otra combi que no sea la ya acordada. Si por el contrario, el clima es ideal para permanecer en el lugar, no hay más que regresar a la hora señalada. Además, siguiendo el sendero más allá de la laguna, se puede acceder al Glaciar Ojos del Albino, y si los pasajeros que venían en la misma combi quieren regresar antes, no dan los tiempos para poder continuar la caminata.
Contraté los servicios del transporte regular. Nos dejó en la entrada del sendero. Los días previos había estado con un poco de lluvia, por lo cual el suelo estaba húmedo. Apenas se ingresa, el bosque da la bienvenida. Los árboles altos hacen paso para que, entre las sombras, se pueda ir explorando el terreno hasta llegar a la meta, para algunos la laguna, para otros, el glaciar. Hasta la laguna, son aproximadamente tres horas de caminata ida y vuelta.
El chistido de algunos pajaritos que se esconden entre la vegetación transporta a una sensación mágica. Sombras, árboles, hojas, música, brisa, sol, un momento y un espacio en el tiempo que es como una burbuja de placer y felicidad. Avanzar un poco más, encontrarse con los primeros obstáculos de barro que irán intensificándose luego. Avanzar entre el silencio, a veces interrumpido por los otros caminantes que van charlando y riendo y cuyas voces y risotadas se pierden a medida que se alejan.
Atravesar el bosque hasta llegar a un claro. Un espejo de agua que se despliega a un costado reflejando el cielo, las nubes, los árboles, la vegetación aledaña. Una postal hermosa. Foto obligada. Más allá, una panorámica que deja ver todo el vallecito, cruzar un puente por debajo del cual el agua circula entre las piedras con una sonoridad exquisita. Apoyar el pie contra una superficie esponjosa y sentirse entre las nubes. Una castorera y el asombro de una creación propia de ingenieros cuya universidad es su propia naturaleza, que conspira en contra del ecosistema en el cual se introdujeron los castores, especies exóticas que tampoco pidieron ser traídas de su hábitat natural y que en la Isla, hacen lo que pueden... y lo que no pueden, también.
El barro fue incrementándose a medida que avanzábamos. Algunas zonas eran difíciles de pasar, y había que buscarle la vuelta. Otro tramo de bosque y un nuevo claro. Avanzar más y más. Las montañas se acercan, señal de que no falta mucho para alcanzar la meta.
Por fin, desde lo alto, se descubre el tesoro. El verde que hace honor a su nombre es intenso y maravilloso. En ese primer encuentro, es difícil no sentirse un ser privilegiado. Belleza absoluta, un instante que vale una eternidad y la felicidad de estar ahí, en ese momento, en ese lugar. Las hadas del bosque conspirando a favor con sus varitas mágicas que hacen que todo parezca un sueño. Una de esas ilusiones oníricas de las que uno nunca quiere despertar.
Permanecer un buen rato en ese momento de contemplación. Recorrer el espacio, Bordear la laguna, dar toda la vuelta a su alrededor. Observar el paisaje desde distintos ángulos. Descubrir una familia de cauquenes en un rincón de la laguna y verlos echarse a nadar dibujando su trayectoria en pequeñas oleadas sobre el agua.
El lugar es hermoso y dan muchas ganas de quedarse largo rato allí. Pero el tiempo apremia porque las nubes cubrieron el cielo y la atmósfera se percibe muy densa. La profesora de Geografía que tuve en Turismo, decía que en realidad, lo que preanuncia la lluvia no es que el aire se ponga denso sino demasiado liviano. Sin embargo, la sensación es de tal pesadez que sólo parece aliviarse con el aguacero. Lo cierto es que mientras pretendíamos aprovechar el espacio allí, habíamos acordado un horario de regreso y teníamos que regular el tiempo para no perder el traslado. Al mismo tiempo el factor lluvia un poco nos obligaba a alejarnos. Empezamos a andar penosamente. Algunos de los perros que se crían para la tracción de trineos, muy cerca de la laguna, comenzaron a seguirnos y a acompañarnos, eran como faros que guiaban nuestro regreso.
Otra vez caminar por las turberas, otra vez internarse en el barro y en el bosque. Otra vez sorprenderse por los seres que lo habitan. Así es como llamo a las caritas que descubro dibujadas en el musgo que rodea a los árboles. Ya las había visto en otros bosques patagónicos, y sostengo que son los rostros de los seres que habitan el bosque y que me hacen imaginar que estoy dentro de un cuento. Siempre pienso en Winnie Pooh y su bosque de los Cien Acres. No sé por qué, quizá por la cuota de fantasía. Pero me entretengo mirando los árboles y descubriendo esos rostros que secretamente nos observan y nos acompañan.
El día siguiente amanenció con lluvia, con viento, con frío y con nieve. Fue un día para permanecer en la ciudad haciendo otro tipo de actividades. Conocí algunas personas que visitaron la Laguna Esmeralda después del día con mal clima y se encontraron con un terreno sumamente complejo, con demasiado barro y unas turberas muy traicioneras que los hicieron anegarse y embarrarse en grande. El sendero de Laguna Esmeralda, como otros, se recomienda siempre hacerlos con buen clima.
Algunos aventureros se arriesgan a realizarlo aún cuando el tiempo no acompañe. Los locales cuentan anécdotas de turistas que quedaron anegados y a los cuales fue necesario rescatar a partir de operativos complejos de Defensa Civil. Puede que sean parte de los mitos locales, o no, lo cierto es que el recorrido a la Laguna es digno de ser realizado y vivido como una forma de disfrute y con el debido respeto a la naturaleza. Es una experiencia hermosa que, como todo lo bello de la vida, aporta una cuota de felicidad. Si vas a Ushuaia, no dejes de recorrerlo.
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martes, 4 de abril de 2017

[‪#DIARIODEVIAJE] Viajar al fin del mundo. Inicio.

Quizá el mundo no tenga un punto de partida definido. O tal vez el mundo se inicie en la puerta misma de nuestra casa. Abrir la puerta y salir. Recorrer. Andar por aquí y por allí, y por más allá, y finalmente regresar. El inicio del mundo no resulta tan mágicamente misterioso como el concepto de fin del mundo.
Como si todos los caminos dejaran de conducir a Roma para depositar a los viajeros de todo el mundo en el punto del mapa donde todo termina. Así es el fin del mundo. Despierta misticismo, curiosidad. Es la meta. Quién no sueña con conocer el fin del mundo.
Ushuaia es la ciudad que tiene el privilegio de ser considerada la más austral del mundo. Ese título es marketing suficiente para imaginar un punto remoto del globo donde la fantasía permite encontrar un cartel que dice "eso es todo amigos". Más allá están las furiosas aguas de los océanos, las islas solitarias, los casquetes de hielo, la Antártida.
Es una referencia ineludible. Muchos cruceros llegan hasta Ushuaia en su paseo por los confines más remotos del planeta. Algunos siguen curso hacia la Antártida, otros hacia los fiordos chilenos, y hacia algunas islas. Es el punto donde muchos viajes concluyen, es el lugar de paso obligado por los viajeros en su periplo por las rutas más diversas. También es el punto de inicio de los viajes. Muchos son los peregrinos que eligen trasladarse hasta allí para comenzar la aventura de subir hasta donde los caminos los conduzcan.
El fin del mundo. Como concepto es tan atractivo que es imposible que no despierte curiosidad. Qué hay allí, cómo se vive, cómo es ese punto donde todo concluye. Las preguntas son tan fuertes, que es casi necesario develar la respuesta. Y eso amerita un viaje. Se sabe, es un destino caro. Eso ya es una limitante que incrementa aún más la fantasía. La vida es difícil, todo cuesta más y por ende económicamente tiene un impacto más alto. Eso hace que el Fin del Mundo se convierta en un deseo, para muchos, difícil de alcanzar.
Por suerte hay alternativas que ayudan a concretar los sueños. Están las promociones de pasajes de avión, el autostop, compartir el viaje, alojamientos de diversas categorías, hostels, y aunque existe la posibilidad de hacer couchsurfing, son tantos los pedidos que reciben los couch que es difícil complacer a todos.
No importa cuántas imágenes hayas visto, es irrelevante cuánta información hayas leído en la web. El sólo hecho de saber que vas a conocer El Fin del Mundo, tiene un sabor particular. Nada se compara con estar ahí. Su geografía asombra. Su aeropuerto pequeño a orillas del mar, su clima variable como en toda la patagonia, sus veredas ascendentes siguiendo la morfología de sus montañas, su costanera desde donde observar los barcos que llegan y se van. Es un rincón particular del mundo, es cierto. Ese cariz especial tiñe toda la estadía. Tiene algo de mágico, es innegable. Tiene mucho de titánico. Habitar ese territorio requiere de un espíritu robusto, de una energía feroz.
El sol te despierta muy temprano en las mañanas cálidas, y recién te dice "hasta luego" cuando ya el reloj marca muy entrado el horario nocturno. En los meses más fríos, la proporción es al revés. Amaneceres tremendamente coloridos, como pintados en secreto por un sol aún oculto entre los picos montañosos. Atardeceres que se expresan detrás de la Cordillera. Encantadoras sorpresas que son como un souvenir. "Recuerdo de Ushuaia".
El clima es tan variable, que es una caja de sorpresas. Arriesgarse o no arriesgarse, ahí el dilema. Y la respuesta llega en forma de predicción lugareña. Los locales obviamente están habituados a esa extremada variabilidad climática. Hacen una mejor lectura del clima que la aplicación de pronósticos del celular. "Quien mira las nubes, no segará",  dijo mi agorera de turno y me impulsó con sus palabras a planificar alguna actividad a pesar del clima.
Durante mi estadía tuve días de lluvia, de frío, de nieve, de sol, pero ninguno de ellos me impidió hacer nada. Es que si la idea era permanecer descansando en el cuarto, sobraban argumentos. Pero nadie va hasta el fin del mundo para quedarse tirado en una cama o sentarse a mirar el paisaje por una ventana.
Ushuaia es una importante ciudad de la provincia argentina de Tierra del Fuego. Está ubicada a orillas del Canal de Beagle. Sus calles principales concentran los negocios de todo tipo, principalmente los orientados a servicios turísticos. Luego, las construcciones van ascendiendo y esparciéndose entre los cerros desde donde la vista de la Bahía siempre sorprende.
Quizá la primera cosa que me llamó la atención, fue que tanto las viviendas como los negocios, en su mayoría, no tenían persianas ni rejas. De alguna manera eso me hizo sentir que estaba segura. La otra cosa que noté bastante inmediatamente es que había sólo dos líneas de transporte y que ninguna me llevaba a alguno de los lugares que quería visitar. Es que se trata de un servicio para los locales que une algunos barrios periféricos con el centro. Para los servicios turísticos es necesario contratar el traslado a empresas que realizan el recorrido regular en combi, taxi o remis. También está la opción de alquilar un vehículo, siempre y cuando se sepa manejar y se tenga registro. No era mi caso. Por lo demás, siempre queda la posibilidad de hacer dedo.
Lo primero que hice, luego de alojarme en mi hostel, fue salir a dar una vuelta. Quería conocer más acerca de ese destino misterioso que tantas veces había soñado. A pesar que ya estaba bastante avanzada la tarde, el sol todavía iluminaba. Mientras recorría sus calles pensaba en que ese rincón hermoso y remoto era un lugar de castigo para los presos, la peor pesadilla para los reos. Ese mismo sitio es un punto ineludible para cualquier viajero.
Para los días de lluvia están los museos y galerías, los paseos en bus turístico, mientras que para las jornadas más aptas para actividades al aire libre están las caminatas por senderos de distinta duración y hermosos paisajes. También hay shoppings y paseos en embarcación y helicóptero y avioneta.
Una excursión imperdible, es sin dudas, la excursión embarcada en un catamarán recorriendo el Canal de Beagle y conociendo el Faro Les Eclaireurs, al que erróneamente se confunde con el Faro del Fin del Mundo.
El paseo se prolonga por varias horas y se puede ir hasta el faro y volver, pasando antes por la isla de los pájaros y también visitando a los lobos marinos. O se puede prolongar el viaje hasta la pingüinera, donde se aprecian ejemplares desde el catamarán, o algunas embarcaciones pequeñas que permiten caminar entre los pingüinos.
El clima nublado o lluvioso en la ciudad, no es determinante para la suspensión del paseo ya que la situación climática suele ser diferente en el mar que en el territorio. Durante el viaje se avistan aves marinas, se conocen algunos detalles de la historia del lugar, se aprecia un paisaje que es realmente único. Al cabo de varias horas, con el atardecer como compañía, se regresa al puerto.
El Tren del Fin del Mundo es otro de los atractivos de Ushuaia. Es un recorrido turístico realizado en tren a vapor que relata la historia de los presos, que eran los usuarios habituales de ese tren durante el pasado. Se recorre un tramo del Parque Nacional Tierra del Fuego, que abarca una amplia zona protegida.
El Museo del Presidio es el más emblemático de los reservorios patrimoniales de la ciudad. Es un lugar de paso obligado. Su recorrido lleva tiempo. Se paga una entrada que varía entre los locales, residentes argentinos, estudiantes y extranjeros.
La Laguna Esmeralda, el Glaciar Martial, el Ojo del Albino, el Velo de Novia, el Glaciar Vinciguerra y la Laguna de los Témpanos, la Estancia Harberton, el Cerro Castor, son algunos de los puntos fuertes que hacen del Fin del Mundo un rincón del globo que lleva a cumplir la fantasía y transformarla en una bella realidad.
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