martes, 4 de abril de 2017

[‪#DIARIODEVIAJE] Viajar al fin del mundo. Inicio.

Quizá el mundo no tenga un punto de partida definido. O tal vez el mundo se inicie en la puerta misma de nuestra casa. Abrir la puerta y salir. Recorrer. Andar por aquí y por allí, y por más allá, y finalmente regresar. El inicio del mundo no resulta tan mágicamente misterioso como el concepto de fin del mundo.
Como si todos los caminos dejaran de conducir a Roma para depositar a los viajeros de todo el mundo en el punto del mapa donde todo termina. Así es el fin del mundo. Despierta misticismo, curiosidad. Es la meta. Quién no sueña con conocer el fin del mundo.
Ushuaia es la ciudad que tiene el privilegio de ser considerada la más austral del mundo. Ese título es marketing suficiente para imaginar un punto remoto del globo donde la fantasía permite encontrar un cartel que dice "eso es todo amigos". Más allá están las furiosas aguas de los océanos, las islas solitarias, los casquetes de hielo, la Antártida.
Es una referencia ineludible. Muchos cruceros llegan hasta Ushuaia en su paseo por los confines más remotos del planeta. Algunos siguen curso hacia la Antártida, otros hacia los fiordos chilenos, y hacia algunas islas. Es el punto donde muchos viajes concluyen, es el lugar de paso obligado por los viajeros en su periplo por las rutas más diversas. También es el punto de inicio de los viajes. Muchos son los peregrinos que eligen trasladarse hasta allí para comenzar la aventura de subir hasta donde los caminos los conduzcan.
El fin del mundo. Como concepto es tan atractivo que es imposible que no despierte curiosidad. Qué hay allí, cómo se vive, cómo es ese punto donde todo concluye. Las preguntas son tan fuertes, que es casi necesario develar la respuesta. Y eso amerita un viaje. Se sabe, es un destino caro. Eso ya es una limitante que incrementa aún más la fantasía. La vida es difícil, todo cuesta más y por ende económicamente tiene un impacto más alto. Eso hace que el Fin del Mundo se convierta en un deseo, para muchos, difícil de alcanzar.
Por suerte hay alternativas que ayudan a concretar los sueños. Están las promociones de pasajes de avión, el autostop, compartir el viaje, alojamientos de diversas categorías, hostels, y aunque existe la posibilidad de hacer couchsurfing, son tantos los pedidos que reciben los couch que es difícil complacer a todos.
No importa cuántas imágenes hayas visto, es irrelevante cuánta información hayas leído en la web. El sólo hecho de saber que vas a conocer El Fin del Mundo, tiene un sabor particular. Nada se compara con estar ahí. Su geografía asombra. Su aeropuerto pequeño a orillas del mar, su clima variable como en toda la patagonia, sus veredas ascendentes siguiendo la morfología de sus montañas, su costanera desde donde observar los barcos que llegan y se van. Es un rincón particular del mundo, es cierto. Ese cariz especial tiñe toda la estadía. Tiene algo de mágico, es innegable. Tiene mucho de titánico. Habitar ese territorio requiere de un espíritu robusto, de una energía feroz.
El sol te despierta muy temprano en las mañanas cálidas, y recién te dice "hasta luego" cuando ya el reloj marca muy entrado el horario nocturno. En los meses más fríos, la proporción es al revés. Amaneceres tremendamente coloridos, como pintados en secreto por un sol aún oculto entre los picos montañosos. Atardeceres que se expresan detrás de la Cordillera. Encantadoras sorpresas que son como un souvenir. "Recuerdo de Ushuaia".
El clima es tan variable, que es una caja de sorpresas. Arriesgarse o no arriesgarse, ahí el dilema. Y la respuesta llega en forma de predicción lugareña. Los locales obviamente están habituados a esa extremada variabilidad climática. Hacen una mejor lectura del clima que la aplicación de pronósticos del celular. "Quien mira las nubes, no segará",  dijo mi agorera de turno y me impulsó con sus palabras a planificar alguna actividad a pesar del clima.
Durante mi estadía tuve días de lluvia, de frío, de nieve, de sol, pero ninguno de ellos me impidió hacer nada. Es que si la idea era permanecer descansando en el cuarto, sobraban argumentos. Pero nadie va hasta el fin del mundo para quedarse tirado en una cama o sentarse a mirar el paisaje por una ventana.
Ushuaia es una importante ciudad de la provincia argentina de Tierra del Fuego. Está ubicada a orillas del Canal de Beagle. Sus calles principales concentran los negocios de todo tipo, principalmente los orientados a servicios turísticos. Luego, las construcciones van ascendiendo y esparciéndose entre los cerros desde donde la vista de la Bahía siempre sorprende.
Quizá la primera cosa que me llamó la atención, fue que tanto las viviendas como los negocios, en su mayoría, no tenían persianas ni rejas. De alguna manera eso me hizo sentir que estaba segura. La otra cosa que noté bastante inmediatamente es que había sólo dos líneas de transporte y que ninguna me llevaba a alguno de los lugares que quería visitar. Es que se trata de un servicio para los locales que une algunos barrios periféricos con el centro. Para los servicios turísticos es necesario contratar el traslado a empresas que realizan el recorrido regular en combi, taxi o remis. También está la opción de alquilar un vehículo, siempre y cuando se sepa manejar y se tenga registro. No era mi caso. Por lo demás, siempre queda la posibilidad de hacer dedo.
Lo primero que hice, luego de alojarme en mi hostel, fue salir a dar una vuelta. Quería conocer más acerca de ese destino misterioso que tantas veces había soñado. A pesar que ya estaba bastante avanzada la tarde, el sol todavía iluminaba. Mientras recorría sus calles pensaba en que ese rincón hermoso y remoto era un lugar de castigo para los presos, la peor pesadilla para los reos. Ese mismo sitio es un punto ineludible para cualquier viajero.
Para los días de lluvia están los museos y galerías, los paseos en bus turístico, mientras que para las jornadas más aptas para actividades al aire libre están las caminatas por senderos de distinta duración y hermosos paisajes. También hay shoppings y paseos en embarcación y helicóptero y avioneta.
Una excursión imperdible, es sin dudas, la excursión embarcada en un catamarán recorriendo el Canal de Beagle y conociendo el Faro Les Eclaireurs, al que erróneamente se confunde con el Faro del Fin del Mundo.
El paseo se prolonga por varias horas y se puede ir hasta el faro y volver, pasando antes por la isla de los pájaros y también visitando a los lobos marinos. O se puede prolongar el viaje hasta la pingüinera, donde se aprecian ejemplares desde el catamarán, o algunas embarcaciones pequeñas que permiten caminar entre los pingüinos.
El clima nublado o lluvioso en la ciudad, no es determinante para la suspensión del paseo ya que la situación climática suele ser diferente en el mar que en el territorio. Durante el viaje se avistan aves marinas, se conocen algunos detalles de la historia del lugar, se aprecia un paisaje que es realmente único. Al cabo de varias horas, con el atardecer como compañía, se regresa al puerto.
El Tren del Fin del Mundo es otro de los atractivos de Ushuaia. Es un recorrido turístico realizado en tren a vapor que relata la historia de los presos, que eran los usuarios habituales de ese tren durante el pasado. Se recorre un tramo del Parque Nacional Tierra del Fuego, que abarca una amplia zona protegida.
El Museo del Presidio es el más emblemático de los reservorios patrimoniales de la ciudad. Es un lugar de paso obligado. Su recorrido lleva tiempo. Se paga una entrada que varía entre los locales, residentes argentinos, estudiantes y extranjeros.
La Laguna Esmeralda, el Glaciar Martial, el Ojo del Albino, el Velo de Novia, el Glaciar Vinciguerra y la Laguna de los Témpanos, la Estancia Harberton, el Cerro Castor, son algunos de los puntos fuertes que hacen del Fin del Mundo un rincón del globo que lleva a cumplir la fantasía y transformarla en una bella realidad.
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