Un andar despojado. Y no tanto. Una ruta espontánea pero que también está marcada por algunos compromisos, y expectativas. Los días de la semana que pierden la importancia de su identificación porque lo que fundamental es que cada día es distinto del siguiente en una rutina de libre albedrío.
La travesía se inicia en Buenos Aires, para continuar en La Quiaca, y de ahí a Bolivia, Brasil, Venezuela, Colombia, Panamá y a seguir subiendo por un trazado incluso inesperado.
La distancia entre el punto de partida y el objetivo es lo suficientemente amplia como para superar diversas geografías. El itinerario se desarrolla en los vehículos más diversos. Bus, barcos, canoas, taxis compartidos,camionetas, móviles policiales, bicicleta, a pie, a dedo. Su alojamiento será en hoteles, cabañas, refugios, embarcaciones. Con frecuencia su cama será una hamaca que colgará en donde pueda. Y sus excursiones serán autogestionadas, a menos que necesite un guía según las reglas de la comunidad en la que se encuentre.
Es un viajero un poco improvisado, ingenuo, audaz. Una especie de héroe de aventuras en modo casual. En sus andanzas explora la selva amazónica, recorre comunidades aborígenes, se contacta con chamanes con los cuales realiza otro tipo de viaje a través de la experiencia con el yopo, deambula por islas fuera del circuito turístico, se convierte en un integrante más de la familia hippie participando de los encuentros Rainbow, visita una colonia menonita y participa de rituales y sacrificios con poblaciones locales.
También se las ingenia para ingresar a parques nacionales por entradas no tradicionales y consigue colarse entre los templos de las ruinas de Tikal en el día señalado por algunas predicciones como el del fin del mundo. Aprende a surfear grandes olas a fuerza de golpes, se mete en cavernas con murciélagos y huye despavorido cuando sufre el ataque de abejas. Asciende montañas, camina por desiertos, disfruta de las playas. Conoce de especies animales y vegetales, y hasta se encariña con un cactus que llega a convertirse en su compañero de viaje, al menos durante un tiempo.
Como en toda historia, a este personaje principal se van sumando algunos secundarios con los que traza distintos vínculos. Hay de los buenos y de los malos. Se hace de entrañables amigos y tiene algunas historias con chicas. Abundan las cervezas y sustancias alucinógenas. Hay contrabandistas y coimeros. La evolución de un artículo escrito y la necesidad de pensar en el futuro, aparecen como momentos de anclaje con las obligaciones y la realidad. Aportan dosis de curiosidad y generan una duda que sobrevuela todo el viaje. Los momentos de tensión, y distensión están bien dosificados.
Julián de Almeida se convierte en un personaje querible, capaz de apelar a un recurso simple pero efectivo como el de poner carita triste para generar compasión a cambio de un tazón de leche fresca o envalentonarse frente a las desigualdades y salir en defensa de otros viajeros desprevenidos. Sus historias contadas en un lenguaje simple, con tono ameno y mucho humor, enseguida ganan simpatía. Parte de Existencia es un libro entretenido, de rápida lectura pero con una propuesta de viaje intensa. En cada capítulo incluye el croquis del itinerario. Casi no hay fotos (pero pueden verse en el blog). Hay al final del recorrido una transformación inevitable, casi como la que puede ocurrir en un libro al cabo de varias lecturas. Que no te sorprenda si tu ejemplar impecable termina prácticamente deshecho. Es un libro que querrás leer y compartir.
El libro se consigue en algunas librerías, pero también podés solicitarlo aquí o el blog.
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