Muchos son los viajeros que llegan a Ushuaia. Habitualmente la estadía promedio es de dos, tres, hasta cuatro días. Son pocos los que permanecen más días, y en ese recorte, son muchas las opciones que se pierden. En mi caso, iba a permanecer algunos días más, pero con el clima en contra, era probable que mis opciones también se redujeran.
La Laguna Esmeralda ya me parecía una maravilla desde su nombre. Un espejo de agua de color verde precioso debía ser, sin lugar a dudas, una joya digna de apreciar. Tenía otros condimentos que también la hacían atractiva. Por un lado, estaba entre las opciones más recomendadas por su belleza paisajística, por otro, había un camino a través del bosque que se anunciaba como muy bonito, se podían apreciar algunas castoreras (también algo que es llamativo de la zona), y había que atravesar algunas turberas.
Hace un par de años leí un libro que relataba la experiencia de una expedición realizada por tres jóvenes amigos por zonas poco exploradas de Tierra del Fuego. En el relato, hablaban de todas las vivencias que tuvieron que afrontar en ese recorrido y mencionaban las turberas como parte de la complicación ya que se habían hundido lo suficiente como para quedar empapados y casi muertos de frío. Ese libro avivó mucho mi curiosidad por conocer la isla. Si bien no tuve ocasión de hacer una expedición como esa, ni mucho menos, lo cierto es que conocer el lugar, los ambientes, la gente, me resultaba muy tentador. Cuando me enteré que el sendero a la laguna obligaba a pasar por algunas turberas, un poco de aquella aventura que había leído, acudió a mi mente. Justo es decir, que en mis andanzas por el centro de Ushuaia, he visto el libro exhibido en algunas vidrieras. Un libro que merece ser leído y disfrutado.
Las turberas son un tipo de suelo muy blando formado por material orgánico que se fue acumulando sobre algunos depósitos de agua. Son humedales de características particulares, entre las que se encuentra la de captar el carbono que tanto incide en el cambio climático. Más tarde, me encontraría con otros sitios con presencia de turba, pero este primer contacto ya me hacía encontrarme con una de las características típicas de la región.
Las alternativas para realizar la excursión, si no se dispone de vehículo, son: hacer dedo, contratar un transfer o un remis o taxi, con los cuales hay que acordar el regreso. El traslado es hasta el punto donde comienza el sendero. Las combis que son el transporte regular venden el pasaje de ida y vuelta. La vuelta se tiene que acordar entre todos los pasajeros que viajan en esa misma combi. El sistema es un poco incómodo, pero es la opción que ofrecen. Sobre todo es incómodo porque si el clima desmejora y se acordó en tal horario, no se puede tomar otra combi que no sea la ya acordada. Si por el contrario, el clima es ideal para permanecer en el lugar, no hay más que regresar a la hora señalada. Además, siguiendo el sendero más allá de la laguna, se puede acceder al Glaciar Ojos del Albino, y si los pasajeros que venían en la misma combi quieren regresar antes, no dan los tiempos para poder continuar la caminata.
Contraté los servicios del transporte regular. Nos dejó en la entrada del sendero. Los días previos había estado con un poco de lluvia, por lo cual el suelo estaba húmedo. Apenas se ingresa, el bosque da la bienvenida. Los árboles altos hacen paso para que, entre las sombras, se pueda ir explorando el terreno hasta llegar a la meta, para algunos la laguna, para otros, el glaciar. Hasta la laguna, son aproximadamente tres horas de caminata ida y vuelta.
El chistido de algunos pajaritos que se esconden entre la vegetación transporta a una sensación mágica. Sombras, árboles, hojas, música, brisa, sol, un momento y un espacio en el tiempo que es como una burbuja de placer y felicidad. Avanzar un poco más, encontrarse con los primeros obstáculos de barro que irán intensificándose luego. Avanzar entre el silencio, a veces interrumpido por los otros caminantes que van charlando y riendo y cuyas voces y risotadas se pierden a medida que se alejan.
Atravesar el bosque hasta llegar a un claro. Un espejo de agua que se despliega a un costado reflejando el cielo, las nubes, los árboles, la vegetación aledaña. Una postal hermosa. Foto obligada. Más allá, una panorámica que deja ver todo el vallecito, cruzar un puente por debajo del cual el agua circula entre las piedras con una sonoridad exquisita. Apoyar el pie contra una superficie esponjosa y sentirse entre las nubes. Una castorera y el asombro de una creación propia de ingenieros cuya universidad es su propia naturaleza, que conspira en contra del ecosistema en el cual se introdujeron los castores, especies exóticas que tampoco pidieron ser traídas de su hábitat natural y que en la Isla, hacen lo que pueden... y lo que no pueden, también.
El barro fue incrementándose a medida que avanzábamos. Algunas zonas eran difíciles de pasar, y había que buscarle la vuelta. Otro tramo de bosque y un nuevo claro. Avanzar más y más. Las montañas se acercan, señal de que no falta mucho para alcanzar la meta.
Por fin, desde lo alto, se descubre el tesoro. El verde que hace honor a su nombre es intenso y maravilloso. En ese primer encuentro, es difícil no sentirse un ser privilegiado. Belleza absoluta, un instante que vale una eternidad y la felicidad de estar ahí, en ese momento, en ese lugar. Las hadas del bosque conspirando a favor con sus varitas mágicas que hacen que todo parezca un sueño. Una de esas ilusiones oníricas de las que uno nunca quiere despertar.
Permanecer un buen rato en ese momento de contemplación. Recorrer el espacio, Bordear la laguna, dar toda la vuelta a su alrededor. Observar el paisaje desde distintos ángulos. Descubrir una familia de cauquenes en un rincón de la laguna y verlos echarse a nadar dibujando su trayectoria en pequeñas oleadas sobre el agua.
El lugar es hermoso y dan muchas ganas de quedarse largo rato allí. Pero el tiempo apremia porque las nubes cubrieron el cielo y la atmósfera se percibe muy densa. La profesora de Geografía que tuve en Turismo, decía que en realidad, lo que preanuncia la lluvia no es que el aire se ponga denso sino demasiado liviano. Sin embargo, la sensación es de tal pesadez que sólo parece aliviarse con el aguacero. Lo cierto es que mientras pretendíamos aprovechar el espacio allí, habíamos acordado un horario de regreso y teníamos que regular el tiempo para no perder el traslado. Al mismo tiempo el factor lluvia un poco nos obligaba a alejarnos. Empezamos a andar penosamente. Algunos de los perros que se crían para la tracción de trineos, muy cerca de la laguna, comenzaron a seguirnos y a acompañarnos, eran como faros que guiaban nuestro regreso.
Otra vez caminar por las turberas, otra vez internarse en el barro y en el bosque. Otra vez sorprenderse por los seres que lo habitan. Así es como llamo a las caritas que descubro dibujadas en el musgo que rodea a los árboles. Ya las había visto en otros bosques patagónicos, y sostengo que son los rostros de los seres que habitan el bosque y que me hacen imaginar que estoy dentro de un cuento. Siempre pienso en Winnie Pooh y su bosque de los Cien Acres. No sé por qué, quizá por la cuota de fantasía. Pero me entretengo mirando los árboles y descubriendo esos rostros que secretamente nos observan y nos acompañan.
El día siguiente amanenció con lluvia, con viento, con frío y con nieve. Fue un día para permanecer en la ciudad haciendo otro tipo de actividades. Conocí algunas personas que visitaron la Laguna Esmeralda después del día con mal clima y se encontraron con un terreno sumamente complejo, con demasiado barro y unas turberas muy traicioneras que los hicieron anegarse y embarrarse en grande. El sendero de Laguna Esmeralda, como otros, se recomienda siempre hacerlos con buen clima.
Algunos aventureros se arriesgan a realizarlo aún cuando el tiempo no acompañe. Los locales cuentan anécdotas de turistas que quedaron anegados y a los cuales fue necesario rescatar a partir de operativos complejos de Defensa Civil. Puede que sean parte de los mitos locales, o no, lo cierto es que el recorrido a la Laguna es digno de ser realizado y vivido como una forma de disfrute y con el debido respeto a la naturaleza. Es una experiencia hermosa que, como todo lo bello de la vida, aporta una cuota de felicidad. Si vas a Ushuaia, no dejes de recorrerlo.
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hola! hermoso relato, me hizo trasladarme a la laguna esmeralda. tengo unas dudas: es un recorrido que se paga? es gratis? y cuanto salen las kombis q te llevan hasta ahi? y desde donde se contratan. gracias x toda la data
ResponderEliminarHola! Lo único que tenés que pagar es el traslado hasta el sitio, podés tomarte un taxi o remis si preferís, si no, podés contratar las combis que se toman en la costanera. Es el transporte regular oficial que hay así que las vas a encontrar fácil. El traslado sale 300 pesos. También hay agencias que lo ofrecen como excursión, pero lo podés hacer perfectamente por tu cuenta porque siempre son varios los que van y todos regresan a la misma hora, así que sola no estás nunca. Espero que te sirva la información y que lo disfrutes!
Eliminarbuenisimo, gracias! tranquilamente la podre hacer en medio dia?? o sea, a la mañana ir tempranito a la laguna esmeralda y a la tarde hacer la excurcion canal Beagle por ejemplo?
ResponderEliminarComo poder, podés. Depende del tiempo que tengas. Quizá no te lo recomiendo tanto porque la Laguna Esmeralda es muy linda y si tenés tiempo y pensás ir temprano, quizá te convenga más seguir el trekking hacia el Glaciar Albino. Pero depende también cómo llegues hasta el inicio del sendero. Si vas en las combis de transporte regular, depende del horario en el que acuerdes regresar, podrás hacerlo. La excursión al Canal de Beagle empieza a las 14:30, tendrías que coordinar para regresar con tiempo suficiente. Si querés disfrutar del lugar, te recomiendo hacerlo más tranqui. Si estás corta de tiempo, ambas excursiones son muy bonitas!
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ResponderEliminarsos una genia. buenisimos datos y super clara. ya anote todo. En Septiembre es mi turno de conocer Ushuaia! gracias Vero!!!!
ResponderEliminarQue tengas un excelente viaje, y experiencias memorables. Disfrutalo a pleno!
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