El nombre de Francisco Salamone resuena como un eco que se expande con
énfasis en la llanura pampeana. Sus obras, desperdigadas en pueblitos
bonaerenses parecen gritos que se propagan en la inmensidad. Como los faros que
señalizan el camino de las embarcaciones, las creaciones de Salamone resaltan
en pequeños poblados, y sirven como imán para los interesados en seguir sus
huellas.
La memoria acudió con cierta pereza al rescate de este nombre, durante años
sumido casi en el olvido. La revalorización de su obra, es un motivo para
despertar la curiosidad y diseñar circuitos turísticos que permitan conocerla.
Allá por la década de 1930, para ser precisos, entre 1936 y 1940, Francisco
Salamone, un arquitecto e ingeniero de origen italiano, se convirtió en el hombre
fuerte del hormigón armado, por decirlo de alguna manera. Era amigo personal
del por entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Manuel Fresco. Esa
amistad, lo llevó a ser elegido por el gobernante para ejecutar obras en
distintos pueblos del territorio bonaerense.
La década de 1930 fue una época de gran convulsión en todo el mundo, y
Argentina no estaba al margen. Al crack financiero de 1929 se sumaba una década
más tarde el inicio de la Segunda Guerra Mundial, y en Argentina no sólo se
había producido ya el primer golpe de estado, sino que también se desarrollaba
lo que se conocería como "la década infame". En ese contexto, el
gobernador Fresco, era un personaje con ciertas inclinaciones ideológicas
ligadas al fascismo, por lo que se creyó que Salamone también compartía sus
creencias por las características de sus obras. Sin embargo, las crónicas de la
época no pueden dar cuenta de ello.
En aquellos años, la concentración de las actividades en la obra pública,
era una forma de revitalizar la economía. En esas circunstancias, para el
arquitecto fueron cuatro años vertiginosos en los que ejecutó más de 60 obras
en 25 municipios. Algunas de sus construcciones subsisten y en la actualidad
son motivo de asombro. Se especializó en tres tipos de edificaciones: edificios
públicos, mataderos y cementerios. En contadas ocasiones se dedicó a plasmar su
obra en casas particulares.
La grandilocuencia de sus obras es exagerada para el tamaño de algunos
pueblos. Sobre todo, teniendo en cuenta la época en la que fueron construidos,
cuando muchos de los parajes se habían establecido a partir de los fortines y
todavía estaba se hablaba de civilización y barbarie. En medio de la pampa, no
pueden menos que llamar la atención. Así, como perlas desperdigadas por ahí, las
construcciones de Salamone destacan en paisajes rurales. Piezas monumentales,
contundentes, realizadas en hormigón armado, con líneas geométricas bien
definidas, de rasgos duros, firmes. Art-Decó, futurismo italiano,
funcionalismo, son los rasgos más frecuentes de estilos que pueden encontrarse
en sus obras.
Los palacios municipales de Carhué, Guaminí, Tornquist, Puán, Pellegrini,
Laprida, Alberti, Adolfo Gonzalez Chavez, Vedia, Coronel Pringles, son obra de
Salamone. Habitualmente se destacan por contener una torre que se eleva
simbolizando el avance contra la barbarie. La edificación de los mataderos
busca la funcionalidad y se representan por una gran hoja de cuchilla. Los
pórticos de los cementerios no son menos imponentes. Se destacan el de Saldungaray
y el de Azul, con su gran Ángel de la Muerte custodiando el ingreso y su pesada
y elocuente inscripción RIP.
Azul es uno de los municipios en los que se concentran varias de sus obras. Un centro de interpretación de la obra del Arquitecto Salamone permite conocer algunos detalles sobre sus producciones, y también los sitios dentro de la provincia en los que se encuentran otras de sus obras.
Sobre la Ruta Nacional 3, el Cristo y la representación
del via crucis que da la bienvenida a la ciudad, es el primer indicio. La Plaza
San Martin, la principal, se caracteriza por los juegos geométricos, por el
diseño de sus veredas combinando tonalidades con sensación de movimiento, desde
farolas, bancos, macetones, todo está fríamente calculado en su disposición y
diseño. El portal de ingreso al Parque Provincial Sarmiento, un espacio
recreativo en el que también se advierte la impronta del paisajista Carlos
Thays, el viejo matadero, ahora dedicado a la actividad apícola, con su enorme
forma de cuchilla, y el impactante cementerio, forman parte del circuito que
puede recorrerse.
Algunas otras localidades dentro del municipio también
cuentan con sus obras, como los mataderos de Chillar y Cacharí. Pero si se
quiere tener una visión de conjunto de la obra de este arquitecto, que murió
prácticamente en el olvido en 1959, la visita a la ciudad de Azul es una buena
opción.