Hay magia en viajar. Para el viajero, para el amante de los viajes, cada trayecto nuevo es un proyecto, un anhelo, un desafío, una meta, un deseo hecho realidad. Es intriga, curiosidad, es expectativa, es incertidumbre, también algunas certezas, es oficio, es reconocerse a sí mismo en una nueva aventura.
El viajero propone, y el camino dispone. El destino, como destino, marca también un rumbo. Y hay tantas cuestiones puestas en juego que el viaje no es sólo un viaje, es un conjunto de circunstancias, y es un camino que definitivamente se construye mientras se transita.
Hay múltiples formas que adquiere un viaje, según el estilo de cada viajero. Y no importa cuál sea la modalidad elegida, lo importante es todo lo que se pone en juego. El universo todo parece influir en cada itinerante y en cada itinerario. Y hay magia en eso.
Por alguna razón todo parece ponerse en juego para hacer que la experiencia del viaje resulte de acuerdo con lo esperado, o no. El viajero sabe de esos misteriosos designios, y lo más probable es que capitalice todas sus vivencias anteriores y las potencie para enfrentar el desafío que la travesía propone. Saber adaptarse es parte del aprendizaje.
A veces no hay que insistir, las condiciones estarán mejor dadas en el futuro. En otras ocasiones se tratará de encontrar la mejor solución a los obstáculos. El viajero intuye cuál es el camino a seguir.
Y parte de la magia del viaje, es que siempre da revancha.
El viajero siempre está dispuesto a viajar. No termina una ruta que ya está pensando en otra. Y esa continuidad es como un hechizo que nadie quiere romper. Es el encanto que convierte al viajero en adicto al camino y hace al viaje parte de su identidad.
No se trata sólo de bonitos paisajes, se trata de experiencias, de la interacción, el intercambio, el contacto con la naturaleza, con la cultura, con otras personas y con el propio ser. Es un dar y recibir. Es estar dispuesto a la magia, a la sorpresa. El viajero se entrega al viaje y eso ya dibuja una sonrisa en su rostro que es como una huella, una marca de su paso en el camino que lo lleva a la felicidad.
El universo sabe, es el hechicero que conspira a favor de los buenos vientos y las buenas rutas.
EXCELENTE REFLEXIÓN!!!!
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