El segundo libro de Aniko Villalba es un relato profundo de un viaje que comienza con un deseo y que se desenlaza en un momento de sensibilidad extrema donde todos los sentimientos profundos se revolucionan en un itinerario de postales personales y paisajes variados.Se inicia en Buenos Aires, se desarrolla en algunos destinos de América para finalmente cruzar el Atlántico y encontrarse en Europa. Es un viaje largo por diferentes geografías y experiencias que transita por un mapa donde las raíces se entrelazan con historias que hablan de una conexión intensa con los seres queridos, con el pasado y también como una forma de alcanzar mayor visibilidad para el futuro.
Viajar como forma de vida, como una rutina conquistada no sin esfuerzo a la cual no se quiere renunciar pero que así como tiene sus pro también tiene sus contras. Y esa contradicción entre lo que genera agrado y su contracara lleva a la reflexión, a barajar y dar de nuevo, a seguir intentando.
El relato del viaje es en sí mismo interesante. Pero es mucho más interesante todas las aristas que se muestran de la vida del viajero. Quedan al descubierto sensaciones que a veces quedan solapadas por las vivencias experimentadas en los destinos, pero que hablan del cúmulo de sentimientos que habitan en un ser itinerante que se hace y reconstruye en el camino.
El viaje es maravilloso, pero a veces no lo es tanto. Hay lugares que son supremos y otros que decepcionan. Pero acaso no sea responsabilidad del lugar, sino de las circunstancias que acompañan al viajero. Entonces es necesario cambiar el enfoque para que la mirada sea diferente y la percepción cambie. Pero a veces también los lugares decepcionan porque crecieron tanto de cara al turismo, que dejan entrever la actividad de recibir a los viajeros como una neta transacción económica. En ocasiones también influye el factor suerte, o qué tan atento o desatento esté uno para advertir o dejar pasar algunas cuestiones.
El viaje es una revolución interior. Es un estilo de vida que tiene sus rutinas, sus rituales, que demanda esfuerzos, sacrificios que involucran a los afectos. Todo eso desnuda Aniko. Todo eso comparte. Parte del periplo fue recorrer territorios, y otro tanto fue recorrer recuerdos. Conectar el pasado con el presente. Permitirse andar de un lugar a otro, viajar lento, reflexionar mucho, conectar con uno mismo, con los propios deseos, fijar una meta, ir por ella y permitirse recalcular cuando sea necesario.
Aniko tiene un relato tan fluido, original y entretenido, que es imposible no sentirse parte de la historia que relata. Sus descripciones abundantes, precisas, que uno termina por visualizar mentalmente las formas, los colores, los aromas, el tacto, los sabores, los sonidos. Es su forma de compartir las vivencias. Es el pasaporte a acompañarla en su itinerario.
El libro, en formato impreso o digital, se consigue a través del blog de Aniko Villalba
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