sábado, 17 de junio de 2017

[‪#DIARIODEVIAJE] Museo del Presidio

El día nublado, lluvioso, húmedo, frío, era un buen motivo para pasar largas horas al resguardo de algún recinto. Para eso, la mejor opción, era visitar el Museo Marítimo y del Presidio, un clásico de Ushuaia.
Todo aquel que se precie de haber estado en la ciudad más austral del mundo, tiene que haber visitado el Museo del Presidio. Es que la cárcel está presente en la historia, en la esencia, en las leyendas, en los mitos, en las incógnitas y en las certezas. En las paredes que exhiben pinturas con imágenes de los prisioneros, en la decoración de los negocios, en los textos de las librerías, en todos lados, la historia de la prisión y los reos, se percibe como parte de un espectro cotidiano.
La cárcel establecida primero en la Isla de los Estados, fue trasladada a Ushuaia en 1902. Desde entonces, dejó una impronta muy fuerte en la historia de Ushuaia. Los reclusos mismos fueron los que construyeron el presidio, que llegó a contar con 600 internos. Entre ellos, algunos presos "célebres" eran de alta peligrosidad.
Los presos, además de construir la cárcel, también realizaban obras y trabajos para la ciudad.como la construcción de calles y puentes. Para la realización de algunas de tareas se utilizaron los servicios del Tren del Fin del Mundo. Habilitado en 1910, el tendido de sus vías llegó a prolongarse por 25 kilómetros.
Recién en 1947 se dispuso el cierre de la cárcel y en 1997, el lugar fue declarado Monumento Nacional.
La visita al Museo lleva a internarse en la historia de aquellos días difíciles en la que los reos cumplían un castigo dentro de otro castigo. A la pena por el delito, se sumaba el castigo del frío y las inclemencias climáticas.
El ingreso al presidio tiene una entrada general con tarifas diferenciadas para locales, estudiantes y jubilados. Se pueden realizar visitas guiadas en inglés o español. Si se sella el ticket, se puede regresar dentro de las 48 hs.
El día gris guió sin dudar mis pies hasta las puertas mismas del antiguo presidio. Justo a tiempo para presenciar el recorrido guiado. El hombre que lideraba el recorrido contaba un poco de la historia, mostraba detalles, le ponía pasión a su relato. Pero el grupo era numeroso así que mi atención se distraía a veces. Retornaba ante alguna indicación o un cambio en la entonación. Por ese motivo, al finalizar el tour, estuve largo rato caminando por el lugar y recorriendo detalladamente el mismo circuito y otras zonas que no entraban en el recorrido.
El pasillo principal permite conocer algunas celdas acondicionadas para la visita de los turistas. Algunos personajes de cera recrean a los presidiarios más famosos, y algunas celdas muestran sus características originales.
La recreación del antiguo faro, el patrio interno, y unas puertas que conducen hacia una galería donde se exhiben muestras artísticas, es parte de lo que se puede visitar. Más allá, una puerta lleva a descubrir celdas que mantienen la fisonomía de antaño. Es entonces cuando el frío se siente más frío y el gris de las paredes se vuelve más oscuro. Inevitable pensar en el pasado, en la vida difícil y sacrificada de aquellos reos que a veces no tenían voluntad de huir y que si lo intentaban, sabían que las probabilidades de éxito eran reducidas y por eso casi no lo intentaban.
Por un largo rato se puede permanecer en el interior de aquel espacio, que hoy es un centro histórico cultural, un reservorio del patrimonio de Ushuaia y que en el pasado fue un castigo impiadoso.
Afuera la lluvia se desploma sobre los tejados sin contemplaciones, el viento se cuela entre los resquicios. Hace frío, tanto como la frialdad que desprenden los muros de la antigua cárcel. Asomarse a espiar las inclemencias, que aún no se manifiestan en todo su esplendor, lleva a reflexionar acerca de cómo sería la vida en el pasado. Y no hay manera de evitar pensar en la condición humana, en los delitos, en la sociedad de entonces y en la actual. De alguna manera aquellos muros hablan. Hay que estar dispuesto a escucharlos.
Ese día estuve largas horas recorriendo cada una de las celdas. Pero como si el tiempo no hubiera sido suficiente, necesité regresar dos días después. Entonces, volví a andar sobre mis pisadas, mirar con nuevos ojos lo que ya había visto, y redescubrir esa historia que aunque ya había escuchado, hasta ese momento me resultaba ajena.
Para quienes elijan visitar otros museos para conocer más acerca de la historia de Ushuaia, buenas opciones son el Museo del Fin del Mundo, que está frente al Puerto y el Museo de Historia Fueguina.
















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