domingo, 14 de junio de 2015

[‪#‎DIARIODEVIAJE‬] El cruce a Paraguay

La idea original era alojarse en Clorinda. Pero la oferta es poca y el precio elevado. Así fue como surgió la opción de reservar un hostel en Asunción.
Llegamos a Clorinda a eso de las 19 hs. Ya estaba oscureciendo. Nos informaron los horarios a Laguna Blanca, dato que necesitábamos para ir al Parque Nacional Pilcomayo. También nos dijeron que allí no podíamos encontrar una oficina de Turismo. Incrédulos, decidimos recorrer las calles en busca de información. Tomamos la avenida principal, caminamos unas cuadras, preguntamos en un negocio. Nos miraron asombrados, y luego dijeron "acá no hay turismo, gracias si hay gente".
Era cierto. El turismo estaba lejos de ser un punto fuerte de la ciudad. Pensamos que frente a la plaza principal encontraríamos la municipalidad y que tal vez ahí pudieran ayudarnos. Encontramos la plaza cerrada por obras que se estaban haciendo y las únicas instituciones eran el correo, que ya estaba cerrado, y la policía a quienes ya habíamos preguntado por un plano y no supieron informarnos.
Dimos unas vueltas por la ciudad. No había demasiado para ver. Una ciudad pequeña, con muchos comercios de venta de productos al por mayor. Unas cuadras más adelante había otra plaza, y frente a ella, la Iglesia principal. Preguntamos en la plaza cómo podíamos llegar hasta el Puente Internacional San Ignacio de Loyola para hacer el cruce de frontera a Paraguay y llegar hasta Asunción.
El puente está ubicado a 5 kilómetros de Clorinda. Desde el puente son aproximadamente unos 40 kilómetros hasta el centro de la capital paraguaya. Ya estaba anocheciendo, y a esas horas ya no circulaba el colectivo de línea que hace el trayecto desde Clorinda al puente. Nos subimos a un remis, y el conductor nos contó algunos detalles como los horarios de colectivos, y el cambio de divisas.
Me sentí en una película de mafia cuando uno de los cambistas se asomó al auto e hizo su oferta. Desistimos. Avanzamos un poco más y ya del lado paraguayo hicimos el cambio, ciertamente fue menos conveniente que la primera opción, pero no íbamos a regresar al lado argentino para hacer el cambio.
Hicimos los trámites en migraciones. Ya estábamos oficialmente en territorio paraguayo. El problema era cómo llegar al centro de Asunción. Los colectivos a esa hora, ya no circulaban. El remis nos salía una fortuna y además no teníamos los guaraníes suficientes. La alternativa era compartir el remis hasta una rotonda que es por donde pasan varias líneas de colectivos que podían llevarnos a destino. Eso fue lo que hicimos porque si bien el precio nos pareció elevado y algo regateamos, lo cierto es que si no nos decidíamos, nos íbamos a quedar varados allí. No era una buena idea quedarse a pasar la noche en el puesto de frontera.
Bajamos en la rotonda junto a nuestros acompañantes, que se fueron enseguida, apenas vino su colectivo. Pero en nuestro caso, el número de micro que nos habían indicado no se presentaba. Corrían los minutos, y nada. Le preguntamos a un hombre que estaba en la parada, y nos indicó que había otro bus que nos llevaría hasta el centro y que era el que él pensaba tomarse, por lo cual nos guiaría para que pudiéramos bajarnos bien. Así lo hizo. Al cabo de unos 40 minutos, llegamos al centro, caminamos dos oscuras cuadras y llegamos al hostel.
Esa noche se nos hizo eterna. El viaje, por demás extenso y un poco fuera de nuestro presupuesto. Pero llegamos, y fue lo que contaba. Pasamos allí 3 noches, y cruzamos la frontera tres veces más. En todos los casos, utilizamos el colectivo de línea cuyo boleto tenía un valor de 6 mil guaraníes.
El viaje en colectivo era una aventura en sí misma. Al principio subimos y pensamos que teníamos que pagar el pasaje, pero nos dijeron que pasáramos. No entendíamos bien por qué no nos cobraban hasta que nos dimos cuenta que los que hacían un tramo más corto pagaban el pasaje al subir, mientras que los que iban hasta el puente pagaban al bajar. Es un colectivo bastante pequeño pero que se llena de gente, y además suben todos bastante cargados. Sobre todo cuando hacen el trayecto de regreso, ya que muchos compran productos por mayor en Clorinda porque les resulta más económico que en Paraguay.
En el camino suben los vendedores de chipá. Dicen que está caliente y recién hecho, y es argumento suficiente para vender algunas piezas. Muchos de los pasajeros se conocen entre sí, y hablan de un asiento a otro. Por momentos el colectivo es un cotorrerío constante. Pongo atención a la forma en la que hablan. A veces es difícil entenderles. Más tarde, el chico que trabaja en el hostel, me dirá que posiblemente sea a consecuencia del guaraní que les cuesta expresarse. Cree que ese dialecto los obliga a tener una fonética más cerrada que los limita para expresarse.
La cercanía del puesto de control de aduana genera movimientos en el colectivo. El ayudante del chofer se apura a acomodar los bultos de modo que pasen inadvertidos. Y lo logra, la vigilancia hace un control rápido y no nota nada extraño, el viaje continúa.
A diferencia de lo que fue el primer cruce, la dinámica se nos hizo más familiar con cada viaje. Finalmente no nos resultó tan difícil el trayecto a cubrir entre el Puente y Asunción. Los viajes en colectivo nos permitieron no sólo viajar con bajo presupuesto, si no también un acercamiento a la rutina de los que viven cerca de la frontera. Los vimos moverse, hablar, reír, interactuar. Nos dieron sus consejos y nos ayudaron a llegar a destino. El cruce a Paraguay, sin dudas, fue toda una experiencia.





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