sábado, 30 de mayo de 2015

[‪#‎DIARIODEVIAJE‬] Parque Nacional Río Pilcomayo, Formosa.

La idea de visitar el PN Río Pilcomayo era en sí misma una aventura. La fantasía dictaba que podíamos llegar hasta ese rincón de la provincia de Formosa y contar con la posibilidad de ver osos hormigueros, y otras especies infrecuentes como el aguará guazú y el coatí, por mencionar sólo algunas, en su propio hábitat. La realidad, fue distinta.
Pero nos embarcamos en esa aventura. Sin vehículo, llegar hasta el lugar, es todo un desafío. El Parque se encuentra al noreste de la provincia, ocupa una superficie de 47 mil hectáreas a orillas del río homónimo. Para acceder hay dos opciones. Una es la entrada desde Laguna Naineck, y la otra, desde Laguna Blanca. Ambas localidades se encuentran sobre la RN 86, en los kilómetros 173 y 183 respectivamente.
El micro tiene una sola frecuencia para la ida y claramente, una sola para la vuelta, con muy poco margen de tiempo para recorrer todo el Parque. Nos habían hablado de unas combis, que nunca llegamos a ver, pero que al parecer no serían las típicas combis, si no remises compartidos. De todas maneras, si bien estaba planteado como opción, nunca dimos con ellos. Nos tomamos el micro, que alcanzamos de casualidad, hasta Laguna Blanca.
En la Intendencia de Parques Nacionales nos informaron que debido a las lluvias recientes el sendero de Laguna Blanca a Estero Poí estaba intransitable. La única opción era volver a la zona de Naineck y recorrer los senderos que bordeaban la laguna. El ingreso al Parque está a unos 5 kilómetros por camino de ripio desde la RN 86. Conseguimos que nos llevaran en vehículo. Al llegar al Parque, nos encontramos con que el sendero de los monos carayá estaba inundado. Toda la zona parquizada y de recreación que está en el ingreso se veía bastante cubierta de agua. De modo que fuimos por los senderos que bordean la laguna.
Las aves pequeñas, coloridas, enseguida nos llamaron la atención con sus sonidos, pero parecían querer jugar a las escondidas. Imposible hacer piedra libre con el click de la cámara.
Las pasarelas se encuentran rodeadas a ambos lados por vegetación alta. Sopla el viento, las hojas se agitan, hay silencio alrededor, y se oyen los sonidos de la naturaleza. Estás como en una película de suspenso donde sabés que en cualquier momento te puede sorprender lo peor. Un poco de miedo te da. Y de vértigo. Y de adrenalina. Pero avanzamos por la pasarela observando el hábitat acuático de los repollitos de agua y otras plantas acuáticas, algunas con flores, y se observaban muchos caracoles de tamaño grande, aunque la mayoría eran solo la coraza, ya que son el alimento de algunas aves picudas.
Un poco más adelante, nos encontramos con dos yacarés que al parecer decidieron quedarse a tomar sol, justo en nuestro camino. Sacamos unas fotos, pero al advertir nuestra presencia, uno de ellos se movió y mostró sus dientes. Momento de tensión.
Retrocedimos y seguimos por el sendero en dirección al otro mirador. El paisaje transmitía mucha tranquilidad. Daban ganas de quedarse un buen rato ahí, simplemente observando el lugar. Pero teníamos que volver, el horario del micro nos apremiaba. Cuando estábamos deshaciendo el camino, la vimos. Apostada sobre unas cañas, inmóvil pero intimidante también, una boa curiyú descansaba a la vera de la pasarela. Al rato se movió y nos asombró con el sonido que hacían las cañas al doblarse con sus movimientos. Nuevo momento de tensión. Exploramos el sendero que nos faltaba, volvimos a observar a los yacarés, y ya no nos quedó mucho más tiempo. Nos esperaban 5 kilómetros por el camino de ripio y rogar para alcanzar el micro de regreso a Clorinda.
La zona donde está el Parque Río Pilcomayo está habitada por miembros de la comunidad Qom. Ellos son pequeños productores agrícolas y sus campos, anexos a sus viviendas, están cultivados de zapallos, batatas, algodón, bananas y algunas frutas exóticas. Eso me llamó la atención, después me enteré que hay bastante trabajo que impulsa el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) para diversificar la producción agrícola teniendo en cuenta el clima y las características del suelo.
En el camino, vimos aves coloridas. Muchos cardenales, pájaros carpinteros, colibríes, benteveos, y muchos otros que quizá no sabíamos el nombre. Era imposible avanzar rápido, a cada momento algo llamaba mi atención. Un cultivo, un pájaro, un árbol, gente que pasaba en ciclomotor. Finalmente terminamos haciendo dedo para que nos acercaran hasta la ruta. Se detuvo una maestra que se encargaba de la distribución de computadoras en las escuelas y justo volvía de hacer esa diligencia en la escuela de la comunidad. Nos dejó en la ruta y se perdió en el camino rumbo a Laguna Blanca.
No tuvimos que esperar mucho tiempo. Por suerte, el micro hizo su aparición antes de lo que pensábamos y cuando ya el gendarme apostado en esa misma esquina, nos empezaba a alertar que a veces los micros no llegaban y a sugerirnos tomar un remis para el regreso. Afortunadamente, no hizo falta. Vimos con ojos alegres cómo el micro de la Empresa Godoy se acercaba,
Quizá no pudimos recorrer todo lo que esperábamos. Tampoco logramos cruzarnos con la variada fauna que habita en el Parque. Pero al menos pudimos llegar, conocerlo, y aprender. Superamos el desafío, y valió la pena.






















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