domingo, 11 de marzo de 2018

[‪#DIARIODEVIAJE] Virgen del Cerro: cuestión de fe

Era un cartel fotocopiado y manuscrito. Estaba pegado en forma repetitiva en uno de los vagones del tren. Una publicidad casera de alguien que ofrecían el traslado ida y vuelta a un precio accesible. Lo leí porque desentonaba con los anuncios plotteados que saturaban el tren.
Esa fue la primera vez que leí algo acerca de la Virgen del Cerro. Pasó tiempo hasta que pisé la ciudad de Salta, en el noroeste argentino. Pero los motivos que me llevaron hasta esas tierras eran otros. Antes de irme, un amigo me preguntó si no había visitado la Virgen del Cerro. Ante mi negativa, soltó un rosario de argumentos por los cuales la próxima escala en esa provincia tenía que incluir ese sitio religioso.
A partir de ahí, esporádicamente llegaban a mis oídos algunos comentarios acerca de amigos, o amigos de amigos que habían concurrido al lugar, o incluso reportajes en televisión. La curiosidad ya estaba instalada, todo lo demás vino a sumar más expectativas y a empujar una decisión que sólo necesitaba un impulso para tomarla.
No soy una persona practicante de la religión. Pero me llaman mucho la atención las Iglesias con sus instalaciones tan majestuosas a veces, y tan simples en otros casos. Por la arquitectura, la historia, la cultura, son sitios que me atraen y suelo visitarlos en los viajes. Fundamentalmente me atraen las manifestaciones de fe. La vida me enseñó que hay que tener confianza y creer en uno mismo y en la fuerza de los deseos, en que hay que enfocarse en aquello que queremos lograr y realizar las acciones que nos acerquen a cumplirlas. Con ese compromiso personal se genera una energía tan poderosa que es capaz de mover las influencias de todo el universo para que conspire a favor de concretar los sueños. Creo mucho en eso. En función de esa idea es que me conmueve y despierta mi admiración la gente que lucha, que no se da por vencida, que es perseverante en aquello que quiere lograr. Hay mucha fe ahí, y eso manifiesta una voluntad enorme. Una VOLUNTAD con mayúsculas, de esas que dicen que mueven montañas. .
Mamá es una mujer de mucha convicción religiosa. Algunas cuestiones de salud no sólo afectaban su cuerpo, sino también su ánimo. Esa situación me llevó a pensar que renovar la energía, le vendría muy bien no sé si para sanar el cuerpo, pero al menos para enriquecer su alma. Es una mujer fuerte. Ha enfrentado a lo largo de su vida una innumerable cantidad de sucesos difíciles. Siempre supo sobreponerse. A veces con más éxito, otras con menos. Estábamos atravesando con ella algunas circunstancias complejas debido a su salud, y en esas ocasiones el ánimo es fundamental para seguir dando batalla.
Así fue como empecé a pensar en la posibilidad de hacer juntas ese viaje a Salta. Primero fueron días de procesar la idea y las posibilidades. Me preocupaban las posibilidades físicas, las económicas había decidido no pensarlas, hacer de cuenta que no había ningún inconveniente. Si el poder del dinero era tan fuerte como para paralizar la posibilidad de un deseo genuino, entonces todo perdía sentido. Por lo tanto, no iba a preocuparme por ese tema, me aferré a la idea de que "Dios proveerá".
Se conoce como Virgen del Cerro a la Inmaculada Madre del Divino Corazón Eucarístico de Jesús. Su santuario está en la cima de uno de los tres cerros cercanos a la capital salteña. En ese lugar, dicen que la Virgen se manifiesta a través de María Livia, una mujer que desde 1990 es la receptora de sus mensajes.
Antes de viajar había averiguado que sólo los sábados se realiza ceremonia en la que participa María Livia. Pero no son todos los sábados, por lo cual miré el cronograma que estaba en la página web del santuario y elegí la fecha.
Fuimos un día antes para aprovechar y recorrer un poco. Mamá nunca había estado en Salta, así que recorrimos un poco el centro. Había contratado una excursión por la Quebrada de Humahuaca, un destino tan excepcional que llena los ojos y el alma de recuerdos que sólo llevan a pensar en su magia. Mamá no podía creer el colorido de los cerros. Miraba por la ventanilla del bus con ojos de asombro tanto por los colores y la geografía cuanto por las casitas humildes de sus habitantes. Pensaba con preocupación en los lugareños cada vez que el guía hacía mención a las consecuencias del alud que había afectado algunas de las poblaciones. Tenía una mirada compasiva para todos los que habitaban en esas construcciones tan humildes. De alguna manera, creo que su pensamiento se remontaba a su infancia en el campo donde la escasez era protagonista estelar. Volvimos temprano. Al otro día había que levantarse de madrugada.
La fecha en la que viajamos coincidía con las celebraciones del Señor y la Señora del Milagro. Entonces se estaban llevando a cabo las peregrinaciones provenientes de distintas poblaciones que se dirigían a la Catedral salteña así que la capital desbordaba de manifestaciones de fe. Era conmovedor. Gente de todos lados se congregaba en la plaza, ceremonias religiosas a todo horario y bendiciones y misas reproducidas tanto dentro como fuera de la Catedral. Nos habían dicho que ante la multitudinaria presencia de gente en la ciudad, la visita al Santuario de la Virgen del Cerro seguramente iba a estar muy demandada por lo cual nos aconsejaron ir muy temprano.
Llamamos un remis que nos pasó a buscar antes de las 7 y al cabo de pocos minutos nos dejaba en el punto desde el cual partían los buses que llevaban al santuario. El ingreso se abría a las 8, por lo cual tuvimos que esperar un buen rato hasta que se habilitó el ingreso y pudimos subir a un bus que nos llevaba al santuario. Los peregrinos que no tienen ningún impedimento de salud, pueden realizar el acceso caminando, mientras que el resto puede tomar el bus que está puesto especialmente para las personas con dificultades para movilizarse y sus acompañantes.
Una vez abierto el ingreso, el camino ascendente lleva hasta la cima donde nos encontramos con una ermita con la imagen de la Virgen y una especie de anfiteatro donde hay gradas y asientos. Luego de pasar por la ermita se accede al anfiteatro donde los colaboradores van ubicando a los peregrinos. Todo está perfectamente organizado. Aquellos que tienen dificultades motrices, o situaciones complejas, son ubicadas en los primeros sitios. El resto se va ubicando en las gradas. Todo debe realizarse en silencio. Es un lugar de oración colectivo donde el silencio se cuida con celo.
El espacio está ubicado al aire libre, una media sombra hace de techo pero eso no impide mirar los árboles que nos cubren y el cielo. Más allá se observa a la ciudad desparramarse en construcciones que parecen pequeñas. Los pájaros son los únicos que aportan melodías.
Mientras estoy sentada junto a mamá, la observo rezar. También veo a las personas a mi alrededor, cada una con su dificultad y pienso en la fe que cada uno trae, las expectativas, lo que encierran en cada rezo, los deseos que  nos trajeron a todos al mismo lugar. Ese pensamiento me sensibiliza. Realmente es conmovedor ver a tanta gente reunida en un mismo lugar depositando lo más preciado que tiene, su fe, para ponerlos al servicio de una creencia suprema. Todo me resulta asombroso, emocionante. Es difícil apartar los pensamientos que me asaltan. Vuelvo a pensar en las circunstancias que me llevaron hasta allí. Observo a mamá que con los ojos cerrados entrecruza con fuerza las manos en las que lleva un rosario. Pienso en la fuerza de su fe. La veo conmovida también. Por momentos llora, y ese llanto dice tanto. Imposible no pensar en su salud, y en la de todos allí, y en los tantísimos que quizá ni siquiera pueden asistir. También una piensa en sus propias expectativas y deseos. Por supuesto, el gran motivo de reflexión es la fe, la profundidad de las creencias.
Estuvimos largo tiempo sentadas allí, esperando, meditando, rezando. Observaba el paisaje, adivinaba la presencia de las aves que dejaban ver el colorido de su plumaje o soltaban su canto entre los árboles.
No sé si todo ese contexto influyó y fue casualidad o no. Creo que ahí aplica aquello que es cuestión de creer o reventar. Pero estaba perdida en mis pensamientos, mientras observaba el follaje de los árboles y las hojas que lentamente caían sobre la media sombra cuando una brisa leve comenzó a hacerse notar. Fue una sensación especial, extraña, que me hizo salir de ese estado de éxtasis y girar mi cabeza hacia el lado opuesto y justo en ese instante vi aparecer a María Livia en escena. Me sorprendí. Ella se arrodilló, rezó, como todos allí. Minutos más tarde todos los que estaban sentados en la primera fila fueron puestos en círculo y la mujer pasaba frente a cada uno de ellos, hacía imposición de manos y las personas caían en hacia atrás donde algunos colaboradores los sostenían y los depositaban en el suelo hasta que se recuperaban. Algunos eran cubiertos con un pañuelo blanco. Luego, la operación se repitió con todos los allí presentes. Todos en hilera, mientras la mujer pasaba y tocaba a todos y cada uno. Fue solo eso. En el relato parece simple, pero realmente fue una experiencia sumamente conmovedora. Nunca había ido a ninguna misa carismática ni de sanación, donde dicen que habitualmente sucede que las personas se desmayan o tienen episodios similares. Quizá haya sido eso, no lo sé, lo cierto que la experiencia me pareció increíble, impactante que te deja en estado de enorme sensibilidad, susceptibilidad, vulnerabilidad. Por lo mismo, no tomé fotografías, sólo cuando nos retirábamos. Creo que lo sensible de todo esto es lo que se vive, y eso no hay fotografía que pueda contarlo.
No sé si se produjo algún milagro. No sé si alguien pudo dar por satisfecho algunas de las peticiones que llevaba en su interior. Desconozco si algo cambió en las personas después de haber asistido a ese evento. Pero realmente es una experiencia muy movilizadora que independientemente de los resultados lleva a pensar en las expectativas, en los deseos, en la necesidad de aferrarse a la vida, a las esperanzas y también a replantearse el día a día. Si la vida es eso que pasa mientras nos hacemos los distraídos en lugar de ocuparnos en ser felices, por qué no volver a calibrar la brújula de los deseos. En ese caso, es seguro que el milagro sucederá.
¿Estuviste ahí? Compartí tu experiencia.













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